Caballo de Troya
J. J. Benítez
Como salta a la vista, el Maestro era un hombre de complexión atlética, con un poderoso
desarrollo del esqueleto y de su musculatura. Sus extremidades eran largas y el tórax
realmente imponente, con unos hombros anchos y sólidos como rocas. La grasa o panículo
adiposo era muy escaso; prácticamente inexistente.
La cabeza se presentaba firme y alargada, con un rostro igualmente alargado en su parte
media y un mentón y relieve óseos acentuados. El cráneo, como ya dije, alto y estrecho.
Estas características le hacían destacar sobre la media normal de la raza judía de aquella
época. Según los estudios de Von Luschan y Renan, entre los judíos de la Rusia del Sur, la
altura media oscilaba alrededor de 1,60 metros, llegando a 1,70 entre los hebreos de Londres y
los judíos españoles de Salónica. El tipo mesocéfalo de Cristo tampoco era frecuente. Entre los
hebreos de la Rusia del Sur, por ejemplo, el porcentaje de individuos braquicéfalos (de cráneos
cortos) era de un 81%, alcanzando los mesocéfalos un 18% y los dolicocéfalos un 1%. Entre los
judíos de Salónica -expulsados de España-, los dolicocéfalos suponían un 14,6% y los
braquicéfalos un 25%.
Además de por su considerable estatura -1,81 metros-, Jesús de Nazaret llamaba la atención
por su perímetro torácico, más grande que la media de sus compatriotas.
Esta tipología «atlétic