Caballo de Troya
J. J. Benítez
-¿A quién aborreces más?
-En el corazón de mi Padre no hay lugar para el odio... Deberías saberlo. Guárdate sólo de
los hipócritas, pero no viertas jamás en ellos el veneno de la venganza.
-¿Quién es hipócrita?
-Aquel que predica la vía del reino celestial y, en cambio, se instala en el mundo. En verdad
te digo que los hipócritas engañan a los simples de corazón y no satisfacen más que a los
mediocres.
-¿A quién estimas más: a un hombre espiritual o a un revolucionario?
El Maestro sonrió, un tanto sorprendido por mi pregunta. Y posando su mano izquierda sobre
mi hombro, repuso con firmeza:
-Prefiero al hombre que actúa con amor...
-Pero, ¿quién puede llegar a amar más?
-Pregunta mejor, ¿quién puede llegar a comprender más?
-¿Quién?
-Aquel que es capaz de amarlo todo. Pero, ¡ojo! Jasón, aquel que ama de verdad no coloca la
palabra «amor» sobre su puerta, tratando de justificarse ante el mundo. Y el que da, tampoco
escribe la palabra «caridad» para que todos le reconozcan. Cuando alguna vez veas esas
palabras, desvergonzadamente ostentadas en el mundo, no dudes que tienen la única finalidad
de enriquecer y ensalzar a cuantos las esgrimen y airean.
»EI reino de mi Padre es semejante a una mujer que llevaba un cántaro lleno de harina.
Mientras marchaba por un camino apartado se le rompió el asa y la harina se derramó detrás
de ella por el camino. La mujer no se dio cuenta y no supo su desgracia. Cuando llegué a s P