Caballo de Troya
J. J. Benítez
una bandeja de madera con un puñado de dátiles y una especie de torta de color blancoamarillento y que, según uno de mis acompañantes, era conocida por el nombre de «pan de
higos»1.
Sonriente, el Nazareno apartó con su mano izquierda las numerosas moscas que trataban de
posarse en la leche y, tomando el recipiente con ambas manos, se lo llevó a la boca, bebiendo
lenta y placenteramente. Poco después, tras despedirse de sus anfitriones, realizó otras dos
visitas.
Hacia la hora tercia (las nueve de la mañana), el grupo prosiguió su camino hacia Jerusalén.
Fue entonces cuando Pedro y Santiago, que llevaban varios días enzarzados en una polémica
sobre las enseñanzas de su Maestro en relación con el perdón de los pecados, decidieron salir
de dudas. Y Pedro tomó la palabra:
-Maestro, Santiago y yo no estam