¡Y tanto! replicó J. T. Maston con mayor vehe-mencia . ¡Sobran razones para batirnos,
y no nos bati-mos! Se economizan piernas y brazos en provecho de gentes que no saben
qué hacer de ellos. Sin it muy le-jos, se encuentra un motivo de gúérra. Decid, ¿la América
del Norte no perteneció en otro tiempo a los in-gleses?
Sin duda respondió Tom Hunter, dejando con ra-bia quemarse en la chimenea el
extremo de su muleta.
¡Pues bien! repuso J. T. Maston . ¿Por qué Ingla-terra, a su vez, no ha de pertenecer a
los americanos?
Sería muy justo
respondió el coronel Blomsberry.
Id con vuestra proposición al presidente de los Estados Unidos
y veréis cómo la acoge.
La acogerá mal
No seré yo
Ni yo
exclamó J. T. Maston
murmuró Bilsby entre los cuatro dientes que había salvado de la batalla.
exclamó J. T. Maston
quien le dé el voto en las próximas elecciones.
exclamaron de acuerdo todos aquellos beli-cosos inválidos.
Entretanto, y para concluir repuso J. T. Maston , si no se me proporciona ocasión de
ensayar mi nuevo mortero sobre un verdadero campo de batalla, presenta-ré mi dimisión de
miembro del Gun Club, y me sepul-taré en las soledades de Arkansas.
Donde os seguiremos todos
respondieron los in-terlocutores del audaz J. T. Maston.
Tal era el estado de la situación. La exasperación de los ánimos iba en progresivo aumento,
y el club se halla-ba amenazado de una próxima disolución, cuando so-brevino un
acontecimiento inesperado que impidió tan sensible catástrofe.
Al día siguiente de la acalorada conversación de que acabamos de dar cuenta, todos los
miembros de la socie-dad recibieron una circular concebida en los siguientes términos:
«Baltimore, 3 de octubre.
»El presidente del Gun Club tiene la honra de prevenir a sus colegas que en la sesión del 5
dei corriente les dirigirá una comunicación de la mayor importancia, por lo que les suplica
que, cualesquiera que sean sus ocupaciones, acudan a la cita que les da por la presente. »
Su afectísimo colega,