operación; no le parecía que el acto de enviar una bala a la Luna fuese de tal naturaleza que
estableciese re-laciones diplomáticas con el astro de la noche, y se le an-tojó que era poco
prudente aventurar sus capitales en una empresa tan aleatoria. Si bien se medita, Suiza
tenía, tal vez, razón.
Respecto a España, no pudo reunir más que ciento diez reales. Dio como excusa que tenía
que concluir sus ferrocarriles. La verdad es que la ciencia en aquel país no está muy
considerada. Se halla aún aquel país algo atrasado. Y, además, ciertos españoles, y no de
los me-nos instruidos, no sabían darse cuenta exacta del peso del proyectil, comparado con
el de la Luna, y temían que la sacase de su órbita; que la turbase en sus funcio-nes de
satélite y provocase su caída sobre la superficie del globo terráqueo. Por to que pudiera
tronar, to me-jor era abstenerse. Así se hizo, salvo unos cuantos rea-lejos.
Quedaba Inglaterra. Conocida es la desdeñosa anti-patía con que acogió la proposición de
Barbicane. Los ingleses no tienen más que una sola alma para los vein-tinco millones de
habitantes que encierra la Gran Breta-ña. Dieron a entender que la empresa del Gun Club
era
contraria al «principio de no intervención», y no solta-ron ni un cuarto.
A esta noticia, el Gun Club se contentó con enco-gerse de hombros y siguió su negocio.
En cuanto a la América del Sur: Perú, Chile, Brasil, las provincias de la Plata, Colombia,
remitieron a los Estados Unidos 300.000 pesos.(1) El Gun Club se encontró con un capital
considerable, cuyo resumen es el siguiente:
Suscripción de los Estados Unidos . . 4.000.000 dólares
Suscripciones extranjeras . . . . . . . . . 1.446.675 dólares
Total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .5.446.675 dólares
5.446.675 dólares(2) entraron, como resultado de la suscripción, en la caja del Gun Club.
A nadie sorprenda la importancia de la suma. Los trabajos de fundición, taladro y
albañilería, el transporte de los operarios, su permanencia en un país casi inhabi-tado, la
construcción de hornos y andamios, las herra-mientas, la pólvora, el proyectil y los gastos
imprevistos, debían, según el presupuesto, consumirse casi completa-mente. Algunos
cañonazos de la guerra federal costaron 1.000 dólares, y, por consiguiente, bien podía
costar cin-co mil veces más el del presidente Barbicane, único en los fastos de la artillería.
El 20 de octubre se ajustó un contrato con la fábrica de fundición de Goldspring, cerca de
Nueva York, la cual se comprometió a transportar a Tampa, en la Flori-da meridional, el
material necesario para la fundición del columbiad.
1. 59.000 francos.
2. Alrededor de 29,5 millones de francos.