hecho era de una importancia inmensa tratándose de una suscripción para reunir un capital
considerable.
El 8 de octubre, el presidente Barbicane redactó un manifiesto capaz de entusiasmar a las
piedras, en el cual hacía un llamamiento a todos los hombres de buena vo-luntad que
pueblan la Tierra. Aquel documento, tradu-cido a todos los idiomas, tuvo un éxito
portentoso.
Se abrió suscripción en las principales ciudades de la Unión para centralizar fondos en el
banco de Baltimore, 9 Baltimore Street, y luego se establecieron también centros de
suscripción en los diferentes países de los dos continentes:
En Viena, S. M. Rothschild.
En San Petersburgo, Stieglitz y Compañía.
En París, el Crédito Mobiliario.
En Estocolmo, Tottie y Arfuredson.
En Londres, N. M. Rothschild a hijos.
En Turín, Ardouin y Compañía.
En Berlín, Mendelsohn.
En Ginebra, Lombard Odier y Compañía.
En Constantinopla, el banco Otomano.
En Bruselas, S. Lambert.
En Madrid, Daniel Weisweiller.
En Amsterdam, el Crédito Neerlandés.
En Roma, Torlonia y Compañía.
En Lisboa, Lecesno.
En Copenhague, el banco Privado.
En Buenos Aires, el banco Maun.
En Río de Janeiro, la misma casa.
En Montevideo, la misma casa.