A1 mismo tiempo, se completaba el reconocimiento del disco de la Luna, el cual aparecía
acribillado de cráte-res, confirmándose en todas las observaciones su natu-raleza
esencialmente volcánica. De la falta de refracción en los rayos de los planetas que ella
oculta, se deduce que le falta casi absolutamente atmósfera. Esta carencia de aire supone
falta de agua y, por consiguiente, los sele-nitas, para vivir en semejantes condiciones, deben
tener una organización especial y diferenciarse singularmente de los habitantes de la Tierra.
Por último, gracias a nuevos métodos, instrumentos más perfeccionados registraron
ávidamente la Luna, no dejando inexplorado ningún punto en su hemisferio, no obstante
medir su diámetro 2.150 millas(1) y ser su su-perficie igual a una 13ª parte de la del
globo,(2) y su Volu-men una 49ª parte de la esfera terrestre; pero ninguno de estos secretos
podía serlo eternamente para los sabios astrónomos, que llevaron más lejos aún sus
prodigiosas observaciones.
1. 3.475 kilómetros, es decir, algo más de una cuarta parte del diá-metro terrestre.
2. Treinta y ocho millones de kilómetros cuadrados.
Ellos notaron que, durante el plenilunio, el disco aparecía en ciertas partes, marcado de
líneas negras. Es-tudiando estas líneas con mayor precisión, llegaron a darse cuenta exacta
de su naturaleza. Aquellas líneas eran surcos largos y estrechos, abiertos entre bordes
pa-ralelos que terminaban generalmente en las márgenes de los cráteres. Tenían una
longitud comprendida entre diez y cien millas, y una anchura de 800 toesas. Los
as-trónomos las llamaron ranura, pero darles este nombre es todo to que supieron hacer. En
cuanto a averiguar si eran lechos secos de antiguos ríos, no pudieron resol-verlo de una
manera concluyente. Los americanos espe-raban poder, un día a otro, determinar este hecho
geoló-gico. Se reservaban igualmente la gloria de reconocer aquella serie de parapetos
paralelos, descubiertos en la superficie de la Luna por Gruithuisen, sabio profesor de
Munich, que las consideró como un sistema de fortifica-ciones levantadas por los
ingenieros selenitas. Estos dos puntos, aún oscuros, y otros sin duda, no podían acla-rarse
definitivamente, sino por medio de una comunica-ción directa con la Luna.
En cuanto a la intensidad de su luz, nada había que aprender, pues ya se sabía que es
300.000 veces más débil que la del Sol, y que su calor no ejerce sobre los termó= metros
ninguna acción apreciable. Respecto del fenó-meno conocido con el nombre de luz
cenicienta, se ex
plica naturalmente por el efecto de los rayos del Sol re-chazados de la Tierra a la Luna, los
cuales completan, al parecer, el disco lunar, cuando éste se presenta en cuarto creciente o
menguante.
Tal era el estado de los conocimientos adquiridos sobre el satélite de la Tierra, que el
Gun Club se propu-so completar bajo todos los puntos de vista, tanto cos-mográficos y
geológicos como políticos y morales.