que lo mesmo será si me saca deste peligroso oficio de escudero, en el cual he incurrido segunda vez,
cebado y engañado de una bolsa con cien ducados que me hallé un día en el corazón de Sierra
Morena, y el diablo me pone ante los ojos aquí, allí, acá no, sino acullá, un talego lleno de doblones,
que me parece que a cada paso le toco con la mano, y me abrazo con él, y lo llevo a mi casa, y echo
censos, y fundo rentas, y vivo como un príncipe; y el rato que en esto pienso se me hacen fáciles y
llevaderos cuantos trabajos padezco con este mentecato de mi amo, de quien sé que tiene más de
loco que de caballero.
–Por eso –respondió el del Bosque– dicen que la codicia rompe el saco; y si va a tratar dellos, no hay
otro mayor en el mundo que mi amo, porque es de aquellos que dicen: "Cuidados ajenos matan al
asno"; pues, porque cobre otro caballero el juicio que ha perdido, se hace el loco, y anda buscando lo
que no sé si después de hallado le ha de salir a los hocicos.
–Y ¿es enamorado, por dicha?
–Sí –dijo e l del Bosque–: de una tal Casildea de Vandalia, la más cruda y la más asada señora que
en todo el orbe puede hallarse; pero no cojea del pie de la crudeza, que otros mayores embustes le
gruñen en las entrañas, y ello dirá antes de muchas horas.
–No hay camino tan llano –replicó Sancho– que no tenga algún tropezón o barranco; en otras casas
cuecen habas, y en la mía, a calderadas; más acompañados y paniaguados debe de tener la locura
que la discreción. Mas si es verdad lo que comúnmente se dice, que el tener compañeros en los
trabajos suele servir de alivio en ellos, con vuestra merced podré consolarme, pues sirve a otro amo
tan tonto como el mío.
–Tonto, pero valiente –respondió el del Bosque–, y más bellaco que tonto y que valiente.
–Eso no es el mío –respondió Sancho–: digo, que no tiene nada de bellaco; antes tiene una alma
como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna: un niño le
hará entender que es de noche en la mitad del día; y por esta sencillez le quiero como a las telas de
mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga.
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