sirve, por lo menos, a pocos lances se verá premiado con un hermoso gobierno de cualque ínsula, o
con un condado de buen parecer.
Yo –replicó Sancho– ya he dicho a mi amo que me contento con el gobierno de alguna ínsula; y él es
tan noble y tan liberal, que me le ha prometido muchas y diversas veces.
Yo –dijo el del Bosque–, con un canonicato quedaré satisfecho de mis servicios, y ya me le tiene
mandado mi amo, y ¡qué tal!
–Debe de ser –dijo Sancho– su amo de vuesa merced caballero a lo eclesiástico, y podrá hacer esas
mercedes a sus buenos escuderos; pero el mío es meramente lego, aunque yo me acuerdo cuando le
querían aconsejar personas discretas, aunque, a mi parecer mal intencionadas, que procurase ser
arzobispo; pero él no quiso sino ser emperador, y yo estaba entonces temblando si le venía en
voluntad de ser de la Iglesia, por no hallarme suficiente de tener beneficios por ella; porque le hago
saber a vuesa merced que, aunque parezco hombre, soy una bestia para ser de la Iglesia.
–Pues en verdad que lo yerra vuesa merced –dijo el del Bosque–, a causa que los gobiernos
insulanos no son todos de buena data. Algunos hay torcidos, algunos pobres, algunos malencónicos,
y finalmente, el más erguido y bien dispuesto trae consigo una pesada carga de pensamientos y de
incomodidades, que pone sobre sus hombros el desdichado que le cupo en suerte. Harto mejor sería
que los que profesamos esta maldita servidumbre nos retirásemos a nuestras casas, y allí nos
entretuviésemos en ejercicios más suaves, como si dijésemos, cazando o pescando; que, ¿qué
escudero hay tan pobre en el mundo, a quien le falte un rocín, y un par de galgos, y una caña de
pescar, con que entretenerse en su aldea?
–A mí no me falta nada deso –respondió Sancho–: verdad es que no tengo rocín, pero tengo un asno
que vale dos veces más que el caballo de mi amo. Mala pascua me dé Dios, y sea la primera que
viniere, si le trocara por él, aunque me diesen cuatro fanegas de cebada encima. A burla tendrá
vuesa merced el valor de mi rucio, que rucio es el color de mi jumento. Pues galgos no me habían de
faltar,
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