Apenas se vio libre la aldeana que había hecho la figura de Dulcinea, cuando picando a su cananea
con un aguijón que en un palo traía, dio a correr por el prado
adelante. Y como la borrica sentía la punta del aguijón, que le fatigaba más de lo ordinario, comenzó
a dar corcovos, de manera que dio con la señora Dulcinea en tierra; lo cual visto por don Quijote,
acudió a levantarla, y Sancho a componer y cinchar el albarda, que también vino a la barriga de la
pollina.
Acomodada, pues, la albarda, y queriendo don Quijote levantar a su encantadora señora en los
brazos sobre la jumenta, la señora, levantándose del suelo, le quitó de aquel trabajo, porque
haciéndose algún tanto atrás, tomó una corridica, y puestas ambas manos sobre las ancas de la
pollina, dio con su cuerpo, más ligero que un halcón, sobre la albarda, y quedó a horcajadas, como si
fuera hombre; y entonces dijo Sancho:
-¡Vive Roque, que es la señora nuestra ama más ligera que un acotán, y que puede enseñar a subir a
la jineta el más diestro cordobés o mejicano! El arzón trasero de la silla pasó de un salto, y sin
espuelas hace correr la hacanea como una cebra. Y no le van en zaga sus doncellas; que todas corren
como el viento.
Y así era la verdad; porque en viéndose a caballo Dulcinea, todas picaron tras ellas y dispararon a
correr, sin volver la cabeza atrás por espacio de más de media legua. Siguiólas don Quijote con la
vista, y cuando vio que no parecían, volviéndose a Sancho, le dijo:
-Sancho, ¿qué te parece cuán mal quisto soy de encantadores? Y mira hasta dónde se extiende su
malicia y la ojeriza que me tienen, pues me han querido privar del contento que pudiera darme ver
en su ser a mi señora. En efecto, yo nací para ejemplo de desdichados, y para ser blanco y terrero
donde tomen la mira y asiesten las flechas de la mala fortuna. Y has también de advertir, Sancho,
que no se contentaron estos traidores de haber vuelto y transformado a mi Dulcinea, sino que la
transformaron y volvieron en una figura tan baja y tan fea como la de aquella aldeana, y juntamente
le quitaron lo que es tan suyo de las principales señoras, que es el buen olor, por andar siempre
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