señora, agora que es de día los pienso hallar, cuando menos lo piense; y hallados, déjenme a mí con
ella.
-Por cierto, Sancho -dijo don Quijote-, que siempre traes tus refranes tan a pelo de lo que tratamos
cuanto me dé Dios mejor ventura en lo que deseo.
Esto dicho, volvió Sancho las espaldas y vareó su rucio, y don Quijote se quedó a caballo
descansando sobre los estribos y sobre el arrimo de su lanza, lleno de tristes y confusas
imaginaciones, donde le dejaremos, yéndonos con Sancho Panza, que no menos confuso y pensativo
se apartó de su señor que él quedaba; y tanto, que apenas hubo salido del bosque, cuando, volviendo
la cabeza, y viendo que don
Quijote no parecía, se apeó del jumento, y sentándose al pie de un árbol comenzó a hablar consigo
mesmo y a decirse:
-Sepamos agora, Sancho hermano, adónde va vuesa merced. ¿Va a buscar algún jumento que se le
haya perdido? -No, por cierto. -Pues ¿qué va a buscar? -Voy a buscar, como quien no dice nada, a
una princesa, y en ella al sol de la hermosura y a todo el cielo junto. -Y ¿adónde pensáis hallar eso
que decís, Sancho? -¿Adónde? En la gran ciudad del Toboso. -Y bien: ¿de parte de quién la vais a
buscar? -De parte del famoso caballero don Quijote de la Mancha, que desface los tuertos, y da de
comer al que ha sed, y de beber al que ha hambre. -Todo eso está muy bien. Y ¿sabéis su casa,
Sancho? -Mi amo dice que han de ser unos reales palacios, o unos soberbios alcázares. -Y ¿habéisla
visto algún día por ventura? -Ni yo ni mi amo la habemos visto jamás. -Y paréceos que fuera
acertado y bien hecho que si los del Toboso supiesen que estáis vos aquí con intención de ir a
sonsacarles sus princesas y a desasosegarles sus damas, viniesen y os moliesen las costillas a puros
palos, y no os dejasen hueso sano? -En verdad que tendrían mucha razón, cuando no considerasen
que soy mandado y que mensajero sois, amigo, non merecéis culpa, non. -No os fiéis en eso, Sancho;
porque la gente manchega es tan colérica como honrada y no consiente cosquillas de nadie. Vive
Dios que si os huele, que os mando mala ventura. -¡Oxte, puto! ¡Allá darás, rayo! ¡No, sino ándeme
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