que él mezcla la misericordia con la justicia, como él vee que todo el cuerpo de nuestra nación está
contaminado y podrido, usa con él antes del cauterio que abrasa que del ungüento que molifica; y
así, con prudencia, con sagacidad, con diligencia y con miedos que pone, ha llevado sobre sus
fuertes hombros a debida ejecución el peso desta gran máquina, sin que nuestras industrias,
estratagemas, solicitudes y fraudes hayan podido deslumbrar sus ojos de Argos, que contino tiene
alerta, porque no se le quede ni encubra ninguno de los nuestros, que, como raíz escondida, que con
el tiempo venga después a brotar, y a echar frutos venenosos en España, ya limpia, ya
desembarazada de los temores en que nuestra muchedumbre la tenía. ¡Heroica resolución del gran
Filipo Tercero, y inaudita prudencia en haberla encargado al tal don Bernardino de Velasco!
–Una por una, yo haré, puesto allá, las diligencias posibles, y haga el cielo lo que más fuere servido
–dijo don Antonio–. Don Gregorio se irá conmigo a consolar la pena que sus padres deben tener por
su ausencia; Ana Félix se quedará con mi mujer en mi casa, o en un monasterio, y yo sé que el señor
visorrey gustará se quede en la suya el buen Ricote, hasta ver cómo yo negocio.
El visorrey consintió en todo lo propuesto, pero don Gregorio, sabiendo lo que pasaba, dijo que en
ninguna manera podía ni quería dejar a doña Ana Félix; pero, teniendo intención de ver a su[s]
padres, y de dar traza de volver por ella, vino en el decretado concierto. Quedóse Ana Félix con la
mujer de don Antonio, y Ricote en casa del visorrey.
Llegóse el día de la partida de don Antonio, y el de don Quijote y Sancho, que fue de allí a otros dos;
que la caída no le concedió que más presto se pusiese en camino. Hubo lágrimas, hubo suspiros,
desmayos y sollozos al despedirse don Gregorio de Ana Félix. Ofrecióle Ricote a don Gregorio mil
escudos, si los quería; pero él no tomó ninguno, sino solos cinco que le prestó don Antonio,
prometiendo la paga dellos en la corte. Con esto, se partieron los do[s], y don Quijote y Sancho
después, como se ha dicho: don Quijote desarmado y de camino, Sancho a pie, por ir el rucio
cargado con las armas.
CAPÍTULO 66: Que trata de lo que verá el que lo leyere, o lo oirá el que lo escuchare leer
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