entretuviesen a Sancho de modo que no le dejasen salir de casa. Iba don Quijote, no sobre
Rocinante, sino sobre un gran macho de paso llano, y muy bien aderezado. Pusiéronle el balandrán,
y en las espaldas, sin que lo viese, le cosieron un pargamino, donde le escribieron con letras
grandes: Éste es don Quijote de la Mancha. En comenzando el paseo, llevaba el rétulo los ojos de
cuantos venían a verle, y como leían: Éste es don Quijote de la Mancha, admirábase don Quijote de
ver que cuantos le miraban le nombraban y conocían; y, volviéndose a don Antonio, que iba a su
lado, le dijo:
–Grande es la prerrogativa que encierra en sí la andante caballería, pues hace conocido y famoso al
que la profesa por todos los términos de la tierra; si no, mire vuestra merced, señor don Antonio,
que hasta los muchachos desta ciudad, sin nunca haberme visto, me conocen.
–Así es, señor don Quijote –respondió don Antonio–, que, así como el fuego no puede estar
escondido y encerrado, la virtud no puede dejar de ser conocida, y la que se alcanza por la profesión
de las armas resplandece y campea sobre todas las otras.
Acaeció, pues, que, yendo don Quijote con el aplauso que se ha dicho, un castellano que leyó el
rétulo de las espaldas, alzó la voz, diciendo:
–¡Válgate el diablo por don Quijote de la Mancha! ¿Cómo que hasta aquí has llegado, sin haberte
muerto los infinitos palos que tienes a cuestas? Tu eres loco, y si lo fueras a solas y dentro de las
puertas de tu locura, fuera menos mal; pero tienes propiedad de volver locos y mentecatos a cuantos
te tratan y comunican; si no, mírenlo por estos señores que te acompañan. Vuélvete, mentecato, a tu
casa, y mira por tu hacienda, por tu mujer y tus hijos, y déjate destas vaciedades que te carcomen el
seso y te desnatan el entendimiento.
–Hermano –dijo don Antonio–, seguid vuestro camino, y no deis consejos a quien no os los pide. El
señor don Quijote de la Mancha es muy cuerdo, y nosotros, que le acompañamos, no somos necios;
la virtud se ha de honrar dondequiera que se hallare, y andad en hora mala, y no os metáis donde no
os llaman.
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