Cuando Sancho oyó la firme resolución de su amo se le anubló el cielo y se le cayeron las alas del
corazón, porque tenía creído que su señor no se iría sin él por todos los haberes del mundo; y así
estando suspenso y pensativo, entró Sansón Carrasco, y la sobrina, deseosas de oír con qué razones
persuadía a su señor que no tornase a buscar las aventuras. Llegó Sansón, socarrón famoso, y
abrazándole como la vez primera, y con voz levantada le dijo:
-¡Oh flor de la andante caballería! ¡Oh luz resplandeciente de las armas! ¡Oh honor y espejo de la
nación española! Plega a Dios todopoderoso, donde más largamente se contiene, que la persona o
personas que pusieren impedimento y estorbaren tu tercera salida, que no la hallen en el laberinto
de sus deseos, ni jamás se les cumpla lo que más desearen.
Y volviéndose al ama, le dijo:
-Bien puede la señora ama no rezar más la oración de Santa Apolonia; que yo sé que es
determinación precisa de las esferas que el señor don Quijote vuelva a ejecutar sus altos y nuevos
pensamientos, y yo encargaría mucho mi conciencia si no intimase y persuadiese a este caballero
que no tenga más tiempo encogida y detenida la fuerza de su valeroso brazo y la bondad de su
ánimo valentísimo, porque defrauda con su tardanza el derecho de los tuertos, el amparo de los
huérfanos, la honra de las doncellas, el favor de las viudas y el arrimo de las casadas, y otras cosas
deste jaez, que tocan, atañen, dependen y son anejas a la orden de la caballería andante. Ea, señor
don Quijote mío, hermoso y bravo, antes hoy que mañana se ponga vuesa merced y su grandeza en
camino; y si alguna cosa faltare para ponerle en ejecución, aquí estoy yo para supliría con mi
persona y hacienda; y si fuere necesidad servir a tu magnificencia de escudero, lo tendré a felicísima
ventura.
A esta sazón dijo don Quijote, volviéndose a Sancho:
-¿No te dije yo, Sancho, que me habían de sobrar escuderos? Mira quien se ofrece a serlo, sino el
inaudito bachiller Sansón Carrasco, perpetuo trastulo y regocijador de los patios de las escuelas
salmanticenses, sano de su persona, ágil de sus miembros, callado, sufridor así del calor como del
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