este caballo, alcancé a don Vicente obra de una legua de aquí; y, sin ponerme a dar quejas ni a oír
disculpas, le disparé estas escopetas, y, por añadidura, estas dos pistolas; y, a lo que creo, le debí de
encerrar más de dos balas en el cuerpo, abriéndole puertas por donde
envuelta en su sangre saliese mi honra