–Por vida de vuestra merced, señor don Jerónimo, que en tanto que trae la cena leamos otro
capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha.
Apenas oyó su nombre don Quijote, cuando se puso en pie, y con oído alerto escuchó lo que dél
trataban, y oyó que el tal don Jerónimo referido respondió:
–¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan, que leamos estos disparates? Y el que hubiere
leído la primera parte de la historia de don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener
gusto en leer esta segunda.
–Con todo eso –dijo el don Juan–, será bien leerla, pues no hay libro tan malo que no tenga alguna
cosa buena. Lo que a mí en éste más desplace es que pinta a don Quijote ya desenamorado de
Dulcinea del Toboso.
Oyendo lo cual don Quijote, lleno de ira y de despecho, alzó la voz y dijo:
–Quienquiera que dijere que don Quijote de la Mancha ha olvidado, ni puede olvidar, a Dulcinea del
Toboso, yo le haré entender con armas iguales que va muy lejos de la verdad; porque la sin par
Dulcinea del Toboso ni puede ser olvidada, ni en don Quijote puede caber olvido: su blasón es la
firmeza, y su profesión, el guardarla con suavidad y sin hacerse fuerza alguna.
–¿Quién es el que nos responde? –respondieron del otro aposento.
–¿Quién ha de ser –respondió Sancho– sino el mismo don Quijote de la Mancha, que hará bueno
cuanto ha dicho, y aun cuanto dijere?; que al buen pagador no le duelen prendas.
Apenas hubo dicho esto Sancho, cuando entraron por la puerta de su aposento dos caballeros, que
tales lo parecían, y uno dellos echando los brazos al cuello de don Quijote, le dijo:
–Ni vuestra presencia puede desmentir vuestro nombre, ni vuestro nombre puede no acreditar
vuestra presencia: sin duda, vos, señor, sois el verdadero don Quijote de la Mancha, norte y lucero
de la andante caballería, a despecho y pesar del que
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es