–Con razón se la dan –dijo don Quijote–, si ya no lo pone en duda vuestra sin igual belleza. No os
canséis, señoras, en detenerme, porque las precisas obligaciones de mi profesión no me dejan
reposar en ningún cabo.
Llegó, en esto, adonde los cuatro estaban un hermano de una de las dos pastoras, vestido asimismo
de pastor, con la riqueza y galas que a las de las zagalas correspondía; contáronle ellas que el que
con ellas estaba era el valeroso don Quijote de la Mancha, y el otro, su escudero Sancho, de quien
tenía él ya noticia, por haber leído su historia. Ofreciósele el gallardo pastor, pidióle que se viniese
con él a sus tiendas; húbolo de conceder don Quijote, y así lo hizo.
Llegó, en esto, el ojeo, llenáronse las redes de pajarillos diferentes que, engañados FR