de nuestro pueblo, entré en Francia, y, aunque allí nos hacían buen acogimiento, quise verlo todo.
Pasé a Italia y llegué a Alemania, y allí me pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus
habitadores no miran en muchas delicadezas: cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte
della se vive con libertad de conciencia. Dejé tomada casa en un pueblo junto a Augusta; juntéme
con estos peregrinos, que tienen por costumbre de venir a España muchos dellos, cada año, a visitar
los santuarios della, que los tienen por sus Indias, y por certísima granjería y conocida ganancia.
Ándanla casi toda, y no hay pueblo ninguno de donde no salgan comidos y bebidos, como suele
decirse, y con un real, por lo menos, en dineros, y al cabo de su viaje salen con más de cien escudos
de sobra que, trocados en oro, o ya en el hueco de los bordones, o entre los remiendos de las
esclavinas, o con la industria que ellos pueden, los sacan del reino y los pasan a sus tierras, a pesar
de las guardas de los puestos y puertos donde se registran. Ahora es mi intención, Sancho, sacar el
tesoro que dejé enterrado, que por estar fuera del pueblo lo podré hacer sin peligro y escribir o pasar
desde Valencia a mi hija y a mi mujer, que sé que está en Argel, y dar traza como traerlas a algún
puerto de Francia, y desde allí llevarlas a Alemania, donde esperaremos lo que Dios quisiere hacer
de nosotros; que, en
resolución, Sancho, yo sé cierto que la Ricota mi hija y Francisca Ricota, mi mujer, son católicas
cristianas, y, aunque yo no lo soy tanto, todavía tengo más de cristiano que de moro, y ruego
siempre a Dios me abra los ojos del entendimiento y me dé a conocer cómo le tengo de servir. Y lo
que me tiene admirado es no saber por qué se fue mi mujer y mi hija antes a Berbería que a Francia,
adonde podía vivir como cristiana.»
A lo que respondió Sancho:
–Mira, Ricote, eso no debió estar en su mano, porque las llevó Juan Tiopieyo, el hermano de tu
mujer; y, como debe de ser fino moro, fuese a lo más bien parado, y séte decir otra cosa: que creo
que vas en balde a buscar lo que dejaste encerrado; porque tuvimos nuevas que habían quitado a tu
cuñado y tu mujer muchas perlas y mucho dinero en oro que llevaban por registrar.
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