Oyó Sancho la carta con mucha atención, y fue celebrada y tenida por discreta de los que la oyeron;
y luego Sancho se levantó de la mesa, y, llamando al secretario, se encerró con él en su estancia, y,
sin dilatarlo más, quiso responder luego a su señor don Quijote, y dijo al secretario que, sin añadir
ni quitar cosa alguna, fuese escribiendo lo que él le dijese, y así lo hizo; y la carta de la respuesta fue
del tenor siguiente:
Carta de Sancho Panza a don Quijote de la Mancha
La ocupación de mis negocios es tan grande que no tengo lugar para rascarme la cabeza, ni aun para
cortarme las uñas; y así, las traigo tan crecidas cual Dios lo remedie. Digo esto, señor mío de mi
alma, porque vuesa merced no se espante si hasta agora no he dado aviso de mi bien o mal estar en
este gobierno, en el cual tengo más hambre que cuando andábamos los dos por las selvas y por los
despoblados.
Escribióme el duque, mi señor, el otro día, dándome aviso que habían entrado en esta ínsula ciertas
espías para matarme, y hasta agora yo no he descubierto otra que un cierto doctor que está en este
lugar asalariado para matar a cuantos gobernadores aquí vinieren: llámase el doctor Pedro Recio, y
es natural de Tirteafuera: ¡porque vea vuesa merced qué nombre para no temer que he de morir a
sus manos! Este tal doctor dice él mismo de sí mismo que él no cura las enfermedades cuando las
hay, sino que las previene, para que no vengan; y las medecinas que usa son dieta y más dieta, hasta
poner la persona en los huesos mondos, como si no fuese mayor mal la flaqueza que la calentura.
Finalmente, él me va matando de hambre, y yo me voy muriendo de despecho, pues cuando pensé
venir a este gobierno a comer caliente y a beber frío, y a recrear el cuerpo entre sábanas de holanda,
sobre colchones de pluma, he venido a hacer penitencia, como si fuera ermitaño; y, como no la hago
de mi voluntad, pienso que, al cabo al cabo, me ha de llevar el diablo.
Hasta agora no he tocado derecho ni llevado cohecho, y no puedo pensar en qué va esto; porque
aquí me han dicho que los gobernadores que a esta ínsula suelen venir, antes de entrar en ella, o les
han dado o les han prestado los del pueblo muchos dineros, y que ésta es or-dinaria usanza en los
demás que van a gobiernos, no solamente en éste.
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