trecientos o seiscientos ducados para ayuda [a] la dote de mi bachiller; digo para ayuda de poner su
casa, porque, en fin, han de vivir por sí, sin estar sujetos a las impertinencias de los suegros.
–Mirad si queréis otra cosa –dijo Sancho–, y no la dejéis de decir por empacho ni por vergüenza.
–No, por cierto –respondió el labrador.
Y, apenas dijo esto, cuando, levantándose en pie el gobernador, asió de la silla en que estaba sentado
y dijo:
–¡Voto a tal, don patán rústico y mal mirado, que si no os apartáis y ascondéis luego de mi
presencia, que con esta silla os rompa y abra la cabeza! Hideputa bellaco, pintor del mesmo
demonio, ¿y a estas horas te vienes a pedirme seiscientos ducados?; y ¿dónde los tengo yo,
hediondo?; y ¿por qué te los había de dar, aunque los tuviera, socarrón y mentecato?; y ¿qué se me
da a mí de Miguel Turra, ni de todo el linaje de los Perlerines? ¡Va de mí, digo; si no, por vida del
duque mi señor, que haga lo que tengo dicho! Tú no debes de ser de Miguel Turra, sino algún
socarrón que, para tentarme, te ha enviado aquí el infierno. Dime, desalmado, aún no ha día y
medio que tengo el gobierno, y ¿ya quieres que tenga seiscientos ducados?
Hizo de señas el maestresala al labrador que se saliese de la sala, el cual lo hizo cabizbajo y, al
parecer, temeroso de que el gobernador no ejecutase su cólera, que el bellacón supo hacer muy bien
su oficio.
Pero dejemos con su cólera a Sancho, y ándese la paz en el corro, y volvamos a don Quijote, que le
dejamos vendado el rostro y curado de las gatescas heridas, de las cuales no sanó en ocho días, en
uno de los cuales le sucedió lo que Cide Hamete promete de contar con la puntualid[ad] y verdad
que suele contar las cosas desta historia, por mínimas que sean.
CAPÍTULO 48: De lo que le sucedió a don Quijote con doña Rodríguez, la dueña de la duquesa, con
otros acontecimientos dignos de escritura y de memoria eterna
Además estaba mohíno y malencólico el mal ferido don Quijote, vendado el rostro y señalado, no
por la mano de Dios, sino por las uñas de un gato, desdichas anejas a la andante caballería. Seis días
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