cuando no me la diere, nacido soy, y no ha de vivir el hombre en hoto de otro sino de Dios; y más,
que tan bien, y aun quizá mejor, me sabrá el pan desgobernado que siendo gobernador; y ¿sé yo por
ventura si en esos gobiernos me tiene aparejada el diablo alguna zancadilla donde tropiece y caiga y
me haga las muelas? Sancho nací, y Sancho pienso morir; pero si con todo esto, de buenas a buenas,
sin mucha solicitud y sin mucho riesgo, me deparase el cielo alguna ínsula, o otra cosa semejante,
no soy tan necio que la desechase; que también se dice: "Cuando te dieren la vaquilla, corre con la
soguilla"; y "Cuando viene el bien, mételo en tu casa".
–Vos, hermano Sancho –dijo Carrasco–, habéis hablado como un catedrático; pero, con todo eso,
confiad en Dios y en el señor don Quijote, que os ha de dar un reino, no que una ínsula.
–Tanto es lo de más como lo de menos –respondió Sancho–; aunque sé decir al señor Carrasco que
no echara mi señor el reino que me diera en saco roto, que yo he tomado el pulso a mí mismo, y me
hallo con salud para regir reinos y gobernar ínsulas, y esto ya otras veces lo he dicho a mi señor.
–Mirad, Sancho –dijo Sansón–, que los oficios mudan las costumbres, y podría ser que viéndoos
gobernador no conociésedes a la madre que os parió.
–Eso allá se ha de entender –respondió Sancho– con los que nacieron en las malvas, y no con los
que tienen sobre el alma cuatro dedos de enjundia de cristianos viejos, como yo los tengo. ¡No, sino
llegaos a mi condición, que sabrá usar de desagradecimiento con alguno!
–Dios lo haga –dijo don Quijote–, y ello dirá cuando el gobierno venga; que ya me parece que le
trayo entre los ojos.
Dicho esto, rogó al bachiller que, si era poeta, le hiciese merced de componerle unos versos que
tratasen de la despedida que pensaba hacer de su señora Dulcinea del Toboso, y que advirtiese que
en el principio de cada verso había de poner una letra de su nombre, de manera que al fin de los
versos, juntando las primeras letras, se leyese: Dulcinea del Toboso.
El bachiller respondió que, puesto que él no era de los famosos poetas que había en España, que
decían que no eran sino tres y medio, que no dejaría de componer los tales metros, aunque hallaba
una dificultad grande en su composición, a causa que las letras que contenían el nombre eran diez y
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