–Ninguno nos lo podrá decir mejor que mi mono –dijo maese Pedro–, pero no habrá diablo que
ahora le tome; aunque imagino que el cariño y la hambre le han de forzar a que me busque esta
noche, y amanecerá Dios y verémonos.
En resolución, la borrasca del retablo se acabó y todos cenaron en paz y en buena compañía, a costa
de don Quijote, que era liberal en todo estremo.
Antes que amaneciese, se fue el que llevaba las lanzas y las alabardas, y ya después de amanecido, se
vinieron a despedir de don Quijote el primo y el paje: el uno, para volverse a su tierra; y el otro, a
proseguir su camino, para ayuda del cual le dio don Quijote una docena de reales. Maese Pedro no
quiso volver a entrar en más dimes ni diretes con don Quijote, a quien él conocía muy bien, y así,
madrugó antes que el sol, y, cogiendo las reliquias de su retablo y a su mono, se fue también a
buscar sus aventuras. El ventero, que no conocía a don Quijote, tan admirado le tenían sus locuras
como su liberalidad. Finalmente, Sancho le pagó muy bien, por orden de su señor, y, despidiéndose
dél, casi a las ocho del día dejaron la venta y se pusieron en camino, donde los dejaremos ir; que así
conviene para dar lugar a contar otras cosas pertenecientes a la declaración desta famosa historia.
CAPÍTULO 27: Donde se da cuenta quiénes eran maese Pedro y su mono, con el mal suceso que don
Quijote tuvo en la aventura del rebuzno, que no la acabó como él quisiera y como lo tenía pensado
Entra Cide Hamete, coronista desta grande historia, con estas palabras en este capítulo: ‘‘Juro como
católico cristiano...’’; a lo que su traductor dice que el jurar Cide Hamete como católico cristiano,
siendo él moro, como sin duda lo era, no quiso decir otra cosa sino que, así como el católico
cristiano cuando jura, jura, o debe jurar, verdad, y decirla en lo que dijere, así él la decía, como si
jurara como cristiano católico, en lo que quería escribir de don Quijote, especialmente en decir
quién era maese Pedro, y quién el mono adivino que traía admirados todos aquellos pueblos con sus
adivinanzas.
Dice, pues, que bien se acordará, el que hubiere leído la primera parte desta historia, de aquel Ginés
de Pasamonte, a quien, entre otros galeotes, dio libertad don Quijote en Sierra Morena, beneficio
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