–Ni mucho –replicó el ventero–; médiese la partida y señálensele cinco reales.
–Dénsele todos cinco y cuartillo –dijo don Quijote–, que no está en un cuartillo más a menos la
monta desta notable desgracia; y acabe presto maese Pedro, que se hace hora de cenar, y yo tengo
ciertos barruntos de hambre.
–Por esta figura –dijo maese Pedro– que está sin narices y un ojo menos, que es de la hermosa
Melisendra, quiero, y me pongo en lo justo, dos reales y doce maravedís.
–Aun ahí sería el diablo –dijo don Quijote–, si ya no estuv