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–Si yo la tuviera de agua –respondió Sancho–, pozos hay en el ca-mino, donde la hubiera satisfecho. ¡Ah bodas de Camacho y abundan-cia de la casa de don Diego, y cuántas veces os tengo de echar menos! Con esto, dejaron la ermita y picaron hacia la venta; y a poco trecho toparon un mancebito, que delante dellos iba caminando no con mucha priesa; y así, le alcanzaron. Llevaba la espada sobre el hombro, y en ella puesto un bulto o envoltorio, al parecer de sus vestidos; que, al parecer, debían de ser los calzones o greguescos, y herreruelo, y alguna camisa, porque traía puesta una ropilla de terciopelo con algunas vislumbres de raso, y la camisa, de fuera; las medias eran de seda, y los zapatos cuadrados, a uso de corte; la edad llegaría a diez y ocho o diez y nueve años; alegre de rostro, y, al parecer, ágil de su persona. Iba cantando seguidillas, para entretener el trabajo del camino. Cuando llegaron a él, acababa de cantar una, que el primo tomó de memoria, que dicen que decía: A la guerra me lleva mi necesidad; si tuviera dineros, no fuera, en verdad. El primero que le habló fue don Quijote, diciéndole: –Muy a la ligera camina vuesa merced, señor galán. Y ¿adónde bueno? Sepamos, si es que gusta decirlo. A lo que el mozo respondió: –El caminar tan a la ligera lo causa el calor y la pobreza, y el adónde voy es a la guerra. –¿Cómo la pobreza? –preguntó don Quijote–; que por el calor bien puede ser. –Señor –replicó el mancebo–, yo llevo en este envoltorio unos greguescos de terciopelo, compañeros desta ropilla; si los gasto en el camino, no me podré honrar con ellos en la ciudad, y no Portal Educativo EducaCYL http://www.educa.jcyl.es