Mas yo, por te engrandecer,
de hoy más, pródiga he de ser;
que, aunque es vicio, es vicio honrado
y de pecho enamorado,
que en el dar se echa de ver.
Deste modo salieron y se retiraron todas las dos figuras de las dos escuadras, y cada uno hizo sus
mudanzas y dijo sus versos, algunos elegantes y algunos ridículos, y sólo tomó de memoria don
Quijote –que la tenía grande– los ya referidos; y luego se mezclaron todos, haciendo y deshaciendo
lazos con gentil donaire y desenvoltura; y cuando pasaba el Amor por delante del castillo, disparaba
por alto sus flechas, pero el Interés quebraba en él alcancías doradas.
Finalmente, después de haber bailado un buen espacio, el Interés sacó un bolsón, que le formaba el
pellejo de un gran gato romano, que parecía estar lleno de dineros, y, arrojándole al castillo, con el
golpe se desencajaron las tablas y se cayeron, dejando a la doncella descubierta y sin defensa alguna.
Llegó el Interés con las figuras de su valía, y, echándola una gran cadena de oro al cuello, mostraron
prenderla, rendirla y cautivarla; lo cual visto por el Amor y sus valedores, hicieron ademán de
quitársela; y todas las demostraciones que hacían eran al son de los tamborinos, bailando y
danzando concertadamente. Pusiéronlos en paz los salvajes, los cuales con mucha presteza
volvieron a armar y a encajar las tablas del castillo, y la doncella se encerró en él como de nuevo, y
con esto se acabó la danza con gran contento de los que la miraban.
Preguntó don Quijote a una de las ninfas que quién la había compuesto y ordenado. Respondióle
que un beneficiado de aquel pueblo, que tenía gentil caletre para semejantes invenciones.
–Yo apostaré –dijo don Quijote– que debe de ser más amigo de Camacho que de Basilio el tal
bachiller o beneficiado, y que debe de tener más de satírico que de vísperas: ¡bien ha encajado en la
danza las habilidades de Basilio y las riquezas de Camacho!
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