Test Drive | Page 121

–Un amigo y discreto –respondió don Quijote– era de parecer que no se había de cansar nadie en glosar versos; y la razón, decía él, era que jamás la glosa podía llegar al texto, y que muchas o las más veces iba la glosa fuera de la intención y propósito de lo que pedía lo que se glosaba; y más, que las leyes de la glosa eran demasiadamente estrechas: que no sufrían interrogantes, ni dijo, ni diré, ni hacer nombres de verbos, ni mudar el sentido, con otras ataduras y estrechezas con que van atados los que glosan, como vuestra merced debe de saber. –Verdaderamente, señor don Quijote –dijo don Lorenzo–, que deseo coger a vuestra merced en un mal latín continuado, y no puedo, porque se me desliza de entre las manos como anguila. –No entiendo –respondió don Quijote– lo que vuestra merced dice ni quiere decir en eso del deslizarme. –Yo me daré a entender –respondió don Lorenzo–; y por ahora esté vuesa merced atento a los versos glosados y a la glosa, que dicen desta manera: ¡Si mi fue tornase a es, sin esperar más será, o viniese el tiempo ya de lo que será después...! Glosa Al fin, como todo pasa, se pasó el bien que me dio Fortuna, un tiempo no escasa, y nunca me le volvió, ni abundante, ni por tasa. Siglos ha ya que me vees, Fortuna, puesto a tus pies; Portal Educativo EducaCYL http://www.educa.jcyl.es