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Uno de los primeros campos en los que se exploró la utilidad del láser fue
la medicina. Desde principios de los años 60, el láser comenzó a vislumbrarse
como una posible herramienta en oftalmología, debido a la transparencia de
la córnea que permite al láser penetrar hasta el fondo del ojo. Posteriormente,
se ha ido incorporando a los distintos campos de la medicina, siendo en la actualidad una tecnología que ofrece una alternativa a las terapias tradicionales,
e incluso, en determinados casos, mejorando sus resultados.
El uso más extendido del láser en medicina es como bisturí, bien sea para
eliminar tejidos superficiales, o bien, con ayuda de la fibra óptica, para realizar
operaciones en órganos internos del cuerpo humano sin necesidad de intervenir
quirúrgicamente al paciente. Como veremos, el láser también se puede emplear como herramienta de diagnóstico o para realizar ciertos tipos de terapia.
Además, gracias a la miniaturización de los sistemas láser para cirugía, así como
a la generación de radiación de alta frecuencia, se abrirá aún más el abanico
de potenciales aplicaciones del mismo. En este sentido, el láser se plantea como
la tecnología capaz de generar sistemas comerciales y estables de terapia de
protones, el tratamiento más eficaz que existe actualmente en el mercado para
la eliminación de tumores localizados.
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7.1. Efecto del láser en los tejidos
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La luz, al actuar sobre los tejidos biológicos, experimenta cuatro procesos
fundamentales: reflexión, refracción, absorción y difusión o scattering.
En el Cap. 1 ya se describieron detalladamente la reflexión y la refracción.
En este capítulo es fundamental hablar del fenómeno de absorción, que determina la profundidad de penetración de la luz en un tejido y la cantidad de energía que podemos depositar en el mismo. Dependiendo de la aplicación en la
que se vaya a utilizar el láser, habrá casos en los que interese penetrar más para
alcanzar un tejido profundo (es decir, tener poca absorción), mientras en otras
ocasiones se requiere que una determinada región absorba gran cantidad de
energía del láser para calentarla y, si es preciso, destruirla.
Para ilustrar lo anterior, pensemos en el sistema formado por la córnea y
el cristalino del ojo humano. Ambos tejidos están formados principalmente por
agua, de manera que observando el espectro de absorción del agua (Fig. 7.1)
podemos ver cómo en la región visible (400-700 nm) ésta es prácticamente despreciable. Por otro lado, en el tejido epitelial abunda la melanina, un cromóforo
cuyo espectro de absorción se muestra también, así como el de la hemoglo-
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