Test Drive | Page 71

Dije que sí con la cabeza. La pelea me estaba pareciendo de lo más linda. Pero mis deseos eran darle un cabezazo en la barriga a ella y verla desparramarse por el suelo. ¡Bum! -Pues sepa que voy a tomar medidas. Voy a hablar con el padre. Voy a hablar en el Juzgado de Menores. ¡Voy a llegar hasta la policía! En ese punto enmudeció y sus ojos asustados se desorbitaron. Don Ariovaldo había sacado su enorme cuchillo y se lo acercaba. Parecía que ella fuera a tener un síncope. -Entonces vaya, doña. Pero vaya en seguida. Yo soy muy bueno, pero tengo la manía de cortar la lengua a las brujas charlatanas que se meten en la vida ajena... Se apartó, dura como una escoba, y ya lejos se dio vuelta para apuntarle con la sombrilla... - ¡Ya va a ver!... - ¡Quítese de mi vista, "bruja de Croxoxó". . .! Abrió la sombrilla y fue desapareciendo en la calle, muy tiesa. Por la tarde don Ariovaldo contaba las ganancias. -Ya está todo, Zezé. Tenías razón; me das suerte. Me acordé de doña María de la Peña. -¿Irá a hacer algo? -No va a hacer nada, Zezé. A lo sumo irá a conversar con el cura, que le aconsejará: "Es mejor dejar todo como está, doña María. Esa gente del Norte no es para hacer bromas". Metió el dinero en el bolsillo y apretó la bolsa. Después, como hacía siempre, introdujo la mano en el bolsillo del pantalón y agarró un folleto doblado. -Este es el de tu hermanita Gloria. Se desperezó: - ¡Fue un día extraordinario! Nos quedamos descansando unos minutos. -Don Ariovaldo. -¿Qué pasa? 71