Test Drive | Page 44

dentro. Reventando ese dolor tan grande que me había amenazado todo el día. Miré a papá, su rostro barbudo, sus ojos. Solo pude decirle: -Papá... Papá... Y la voz fue consumiéndose entre lágrimas y sollozos. El abrió los brazos y me estrechó tiernamente: -No llores, hijito. Vas a tener que llorar mucho en la vida si continúas siendo un chico tan emotivo... -Yo no quería, papá... Yo no quería decir... eso. -Ya lo sé. Ya lo sé. Además, no me enojé porque en el fondo tenías razón. Me acunó un poco más. Después levantó mi rostro y lo secó con la servilleta que estaba allí cerca. -Así está mejor. Levanté mis manos y acaricié su cara. Pasé suavemente los dedos sobre sus ojos, intentando colocarlos en su lugar, sin aquella pantalla grande. Tenía miedo de que si no lo hacía esos ojos fueran a seguirme durante toda la vida. -Vamos a acabar mi cigarrillo. Todavía con la voz temblorosa de emoción, pude tartamudear: -Sabes, papá, cuando me quieras pegar nunca más voy a protestar... Puedes pegarme, no más... -Está bien. Está bien, Zezé. Me depositó en el suelo, junto con el resto de mis sollozos. Tomó un plato del armario. -Gloria te guardó un poco de ensalada de frutas. Yo no conseguía tragar. Se sentó y fue llevando hasta mi boca pequeñas cucharadas. -Ahora pasó, ¿no es cierto que sí, hijo? Hice que sí con la cabeza, pero las primeras cucharadas entraban en mi boca con gusto salado. El resto de mi llanto demoraba en pasar. 44