-Como quieras. Hasta puedes pagarme después en bolitas.
-Así, sí.
Metió la mano en el bolsillo y me dio una moneda.
-No te aflijas, que recibí mucho dinero. Tengo la alcancía llena.
Pasé la mano por la rueda de la bicicleta.
-Es realmente linda.
-Cuando crezcas y sepas andar te dejaré dar una vuelta, ¿está bien?
-Bueno.
***
Me lancé en una carrera enloquecida hasta el cafetín de "Miseria y
Hambre", zangoloteando el cajón de lustrar.
Entré como un huracán, con miedo de que fuesen a cerrar ya.
-Señor, ¿tiene todavía de aquellos cigarrillos caros?
Tomó dos paquetes cuando vio el dinero en la palma de mi mano.
-¿Esto no es para ti, verdad, Zezé?
Una voz dijo, atrás:
-¡Qué idea! ¡Un chico de esa edad!
Sin darse vuelta, le contestó:
-Porque usted no conoce a este cliente de cualquier cosa.
-Es para papá.
Sentía una enorme felicidad haciendo rodar las monedas en la palma de
la mano.
-¿Ese o éste?
-Tú sabrás.
-Pasé todo el día trabajando para comprarle a papá este regalo de
Navidad.
-¿De verás, Zezé? ¿Y él que te regaló?
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