-Entonces vámonos. Pero ya vas a ver cuando necesites algo. . .
Me tomó de la mano, enojado, y me llevó de vuelta a casa. Y allí pensó
en algo para vengarse.
-¡Bien hecho! Aprendiste demasiado pronto, tonto. Ahora vas a tener
que entrar en la escuela en febrero.
Aquello había sido idea de Jandira. Así, la casa quedaría toda la
mañana en paz y yo aprendería a ser más educado.
-Vamos a entrenarnos en la Río-San Pablo. Porque no pienses que en
época de clases voy a hacer de empleado tuyo, cruzándote todo el tiempo.
Tú eres muy sabio, aprende entonces también esto.
***
-Aquí está el caballito. Ahora quiero ver. Abrió el diario y me mostró una
frase de propaganda de un remedio.
-"Este producto se encuentra en todas las farmacias y casas del ramo".
Tío Edmundo fue a llamar al fondo a Dindinha.
-¡Mamá, lee bien hasta farmacia!
Los dos juntos comenzaron a darme cosas para leer, que yo leía
perfectamente.
Mi abuela rezongó que el mundo estaba perdido.
Me gané el caballito y de nuevo abracé a tío Edmundo. Entonces me
tomó de la barbilla, diciéndome muy emocionado:
-Vas a ir lejos, tunante. No por nada te llamas José. Vas a ser el Sol, y
las estrellas brillarán a tu alrededor.
Me quedé mirando sin entender y pensando que él estaba realmente
"tocado".
-No entiendes esto. Es la historia de José de Egipto. Cuando seas más
grande te contaré esa historia.
Me enloquecían las historias. Cuanto más difíciles, más me gustaban.
Acaricié mi caballito largo tiempo, y después levanté la vista hacia tío
Edmundo y le pregunté:
-¿Te parece que la semana que viene ya seré más grande?. . .
13