-Soy tan malo que ni debería haber nacido. Le dije eso a mamá el otro
día.
Por primera vez, él tartamudeó.
-No debías haber dicho eso.
-Te dije que quería hablar contigo porque lo necesitaba mucho. Yo sé
que es una desgracia que papá, a su edad, no pueda conseguir trabajo; sé
que eso debe doler mucho. Mamá tiene que salir de madrugada a trabajar
para ayudar a mantener la casa; trabaja en los telares del Molino Inglés. Ella
usa una faja porque fue a levantar una caja pesada y se le hizo una hernia.
Lalá es una muchacha que hasta estudió mucho, pero tuvo que emplearse
como obrera en la Fábrica. . . Todo eso es malo. Pero no por ello papá tenía
que pegarme así. En Navidad le dije que podía pegarme tanto como
quisiera, pero esta vez fue demasiado.
Me miraba a la cara, atónito.
-¡Virgen mía de Fátima! ¿Cómo una criatura así puede entender y sufrir
los problemas de la gente grande? ¡Nunca vi una cosa igual!
Tragó un poco de saliva por la emoción.
-Somos amigos, ¿no es cierto? ¿Vamos a conversar de hombre a
hombre? Aunque a veces me da escalofríos hablar de ciertas cosas contigo.
Pues bien, creo que no debieras haberle dicho esas palabrotas a tu
hermana. Por otra parte, nunca deberías decir palabrotas, ¿no?
-Pero soy muy chico; es mi manera de vengarme.
-¿Sabes lo que significan? Hice que sí con la cabeza.
-Entonces no puedes ni debes. Hicimos una pausa.
- ¡Portugal
-¿Eh?
-¿No quieres que yo diga palabrotas?
-No.
-Bueno, si no me muero, no volveré a insultar más.
-Muy bien. Pero ¿qué asunto es ése de morir?
-Cuando lleguemos, dentro de un rato, te voy a contar.
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