amable actitud, el niño era "el terror". Decía su madre que desde el preescolar el niño era físicamente
"hiperactivo" siempre respondiendo de mala manera y siempre queriendo hacer las cosas a su
manera. También era manipulador, como si supiera cómo las personas querían que las percibieran y
entonces, él seguía su juego. Dos años antes, la madre lo había llevado a un terapeuta pero no continuó
cuando vio algo de mejoría en el niño. Ahora, nada parecía hacer que el niño se comportara y ella
definitivamente quería iniciar el tratamiento con Retalina.
La madre informó que el niño mayor creía que nadie lo amaba, aunque ella lo amaba profundamente.
Ella confesó que cuidar a su hijo pequeño le tomaba todo su tiempo y que su esposo no colaboraba mucho
con el cuidado del niño. Además de esto, se habían mudado de casa y escuela por lo menos una vez al año
en los últimos 4 años, por razones del trabajo de su esposo. La madre no permanecía en casa ya que por
necesidades económicas ella tenía que trabajar. Ella quería que su esposo tomara parte activa en la crianza
de los dos niños, sobre todo porque el niño mayor echaba de menos a su verdadero padre, quien durante
los últimos años había estado entrando y saliendo de la cárcel sin tener ningún contacto con el niño.
Este pequeño de 8 años obtuvo un resultado de niño dotado de 130 en la evaluación de su C.I. en
todas las pruebas de habilidad, y sólo sacó un puntaje promedio en las pruebas de escolaridad en el área
de escritura (las otras pruebas estuvieron por encima de los resultados superiores). Su aprendizaje escolar
había sido muy problemático en los últimos años, sus profesores y su madre notaban que el niño no
prestaba ninguna atención ni en la escuela ni en la casa y por supuesto él no era ciertamente el
estudiante/hijo ideal. No obstante, los resultados de las pruebas de C.l. mostraban resultados que sólo
aparecían una vez entre 10,000 niños de su misma edad.
La primera vez que entrevisté al niño, pude sentir lo que tanto sus profesores como sus padres sentían
cuando tenían que relacionarse con él. El niño entró al consultorio y comenzó a abrir todos los cajones,
cogiendo y examinando todo lo que veía a pesar de mis repetidas solicitudes de que se sentara.
Conteniéndome, me dirigí a él calmadamente y tratándolo como un adulto le dije que me sentía muy herida
de tener a alguien en mi consultorio tomando mis cosas sin mi permiso. Le dije que me sentía como si yo no
Ie gustara y como si él no me respetara. Le pregunté si a él le había ocurrido que alguien tomara sus cosas
sin su permiso y me relató dos situaciones, una vez en la escuela y otra vez en su casa. Entonces el niño se
disculpó, yo acepté su disculpa y nos estrechamos la mano como buenos amigos.
A partir de ese momento y durante mi interacción con él, nunca más volvió a comportarse en forma
inapropiada. Siempre estuvo atento, amable, y trabajó duro durante las pruebas. La palabra clave con este
joven caballero fue respeto. N