términos cuantitativos, el dolor es la
irrupción de grandes cantidades hacia
psi.
Dentro del aparato, el sistema
de neuronas psi resulta el más afectado
por la irrupción del “más imperioso de
todos los procesos”: el dolor. Sin
impedimento de conducción, esas
grandes cantidades de elevado orden
someten a las neuronas psi al carácter
de pasaderas, de suerte que el dolor,
nos dice Freud, deja como secuela en
psi facilitaciones duraderas.
Recordemos
que
Freud
adscribe a las neuronas psi el ser las
portadoras de la memoria, la cual está
constituida por los distingos dentro de
las facilitaciones entre estas neuronas.
Y al parecer el dolor provoca un
distingo
facilitador
de
índole
particular. Ahora bien, en una
definición de la memoria, Freud la
describe como “el poder de una
vivencia para seguir produciendo
efectos” (p. 345)). En el “caso
Rousseau” se observa que la vivencia
con la señorita Lambercier adquirió tal
poder mnémico en el entonces niño
que siguió produciendo efectos en
verdad duraderos (“definió mis
gustos, mis deseos, mis pasiones para
el resto de mi vida”).
¿A qué obedece ese poder?
Considerando que en el Proyecto una
de las “ambiciones” de Freud es
introducir un enfoque cuantitativo a la
teoría del funcionamiento psíquico, la
respuesta lógica no puede ser otra más
que en términos de cantidad. La
memoria entendida como el poder de
una vivencia para seguir produciendo
efectos, tiene sus fuentes en: a) la
magnitud de la impresión; b) la
frecuencia de la impresión.
El segundo factor parecería
desecharse en el ejemplo de Rousseau,
quien en su relato aclara que la
señorita Lambercier no era una
educadora que abusara del castigo
hacia los niños. No habría frecuencia
de la impresión, pues. Por lo contrario,
se infiere que hasta evitó castigar a
Jean-Jacques al percibir la excitación
de éste (erección). Entonces, es en la
magnitud de la impresión donde
habría que rastrear la clave. Empero,
las cosas no son simples. Esa magnitud
no parece localizarse en el golpe físico
provocador de dolor. Al menos la
magnitud no fue demasiado elevada,
si recapitulamos en que a Rousseau la
ejecución del castigo le pareció
“menos terrible de sufrir”. Menos
terrible, sí, “que cuanto lo había sido la
espera”.
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