Clásico y Moderno
En los dos editoriales anteriores, y en otras oportunidades, he traído a
colación la discusión entre los partidarios del “tango nuevo” y los
defensores del “tango clásico”, criticando particularmente a los que
asumen posiciones extremas en uno u otro sentido.
Para poder abordar el tema con un enfoque correcto es necesario, a mi
entender, considerar que no se trata de una discusión sobre
conocimientos musicales sino que, de fondo, lo que está en el tapete es
nuestra concepción sobre la cultura popular en general, su formación, su
desarrollo, su relación con nuestra identidad, o con la identidad de cada
pueblo, su futuro.
Lo preocupante es que surjan voces que pretenden arrogarse la facultad
de decidir, por ejemplo, qué se debe escuchar y qué no, especialmente
entre los que dicen defender nuestra cultura. Esa actitud ha sido
históricamente adoptada, más o menos solapadamente, por los grupos
dominantes, con la intención de imponer sus pautas culturales,
descalificando o prohibiendo nuestras expresiones, con el fin de facilitar
su penetración.
Los pueblos originarios tienen mucho que decir de este tema. También
tienen una historia de resistencia que se expresa, por ejemplo, en la
integración de sus ritos con la religión impuesta por el conquistador.
En la Argentina se vivió, a partir de 1955, una enorme operación para
eliminar al tango de las cabezas de la gente, reemplazarlo por música
superficial y descartable y crear una división entre los jóvenes y los
mayores, más allá de la que puede surgir naturalmente.
El rock también fue impuesto, comprando espacios y difusores, con una
publicidad abrumadora. Pero esta música fue cambiando en el mundo, en
manos de músicos muy talentosos, y pasó a expresar los anhelos de
millones de jóvenes. En nuestro país se dio un juego complejo de
adopción y resistencia cultural, que dio lugar al llamado “rock nacional”,
en castellano y con temática propia.
El tango, mientras tanto, se mantuvo en reductos muy limitados, gracias
al esfuerzo y el cariño de músicos, cantores y bailarines que no bajaron
los brazos. Y finalmente resurgió, sin llegar todavía a los niveles
originales, pero en forma cada vez más acelerada.
En este resurgimiento confluyen varios factores e interactúan varias
generaciones. Esto no puede desconocerse en nombre de una supuesta
“ruptura”. ¿Con qué se pretende romper y por qué motivo?