Tango y Cultura Popular ® N° 165 | Page 45

poder sobre nuestro destino. Claro que esto es mucho más sencillo que dedicar unos minutos a contemplar (y aceptar) las innumerables razones por las que podríamos haber sido "rechazadas". Exploremos algunos ejemplos: - El varón está cansado. - No le gusta esa música. - Prefiere otra orquesta para bailar con vos porque siente que se conectan mejor con otra energía musical. - Tiene un mal día, o un mal momento, y no tiene deseos de bailar. - Nunca bailaron juntos y no se siente con deseos de arriesgar una tanda con alguien cuyo baile desconoce. - Bailó con vos más temprano, ayer o la semana pasada y hoy tiene ganas de probarse con otras bailarinas. - Cree que tu baile es superior al de él y no tiene mucho para ofrecerte (¿Descreés de esta posibilidad? Te sorprendería escuchar algunas conversaciones del "sector de los hombres", pasa con más frecuencia de lo que imaginás.) - No sabe que querés bailar con él, o peor, cree que no querés bailar con él. - Y la más dolorosa, pero igual de posible y válida: no le gusta bailar con vos. Ante esta opción hay dos caminos posibles: aceptarlo y dedicar tu energía a bailar con aquellos hombres que si te disfrutan en la pista o emprender el largo pero satisfactorio camino de la superación, formándote para mejorar tu calidad de baile y ampliando así la cantidad de varones que desearán bailar con vos, incluido el sujeto en cuestión. Todos los anteriores son también ejemplos de por qué, desde que el baile existe, las mujeres hemos rechazado invitaciones a bailar. Si lo que buscamos es igualdad de oportunidades, entonces debemos abrazar lo bueno de obtenerlas y aprender a convivir con aquello que no es tan divertido y fácil de aceptar. La igualdad existe solo si el intercambio se da entre pares. Pretender "imponer" nuestros deseos por sobre los del varón no sería más que intentar "conquistar" un espacio quitándoselo al prójimo. No hay justicia en ese escenario. 2) El hombre es el que lleva en el baile (es el que toma las decisiones) También es cierto. ¿Y entonces? En toda danza de pareja (repitamos: en TODA danza de pareja) hay un miembro que adopta el rol de "conductor" y otro el de "conducido". Históricamente el primero siempre ha sido asignado al hombre. Tal vez esto ocurra porque anatómicamente el hombre tiene mayores condiciones para constituirse en el sostén del equilibrio de la pareja; tiene más fuerza y estatura como para ser la fuerza motriz que inicia el movimiento y carga con el peso de ambos cuerpos. O tal vez podamos asumir que hay una tendencia instintiva natural de adoptar un rol -APARENTEMENTE- más "sumiso" en el vínculo