Una cuestión de principios
Hace años, venía a La Milonguita, un hombre que ya no baila más.
Siempre criticaba a los disc-jockeys, pontificaba sobre qué orquestas se
debían bailar y cuáles no. Decía que algunas debían prohibirse o eran
“in-bailables”. Odiaba en especial una orquesta que solíamos poner casi
al final y que llamaremos “Fulana”. Al escucharla, se levantaba con
grandes aspavientos y se iba enfurecido. “¡Es más fuerte que yo, no me
puedo quedar!" -decía- “¡es una cuestión de principios!”
Para calmar los ánimos, una vez le sugerí que eligiera él mismo varias
tandas de la noche. Primero se alegró, después dijo que tenía que
prepararlo, y a la semana siguiente se excusó, porque estaba enfermo.
Luego volvió como si nada, y siguió hostigando al pobre que ponía la
música.
Entonces, el DJ, harto de sus malos tratos, decidió esperar a que llegara,
se acomodara y le sirvieran su trago. En cuánto se disponía a saborearlo,
hacía sonar la orquesta “Fulana” y el hombre, furioso, se tenía que
levantar e irse.
Pasó dos o tres veces. Cuánto antes llegaba, antes sonaba Fulana, para
regocijo de camareras y gente que conocía el tema. Yo hubiera tenido
que poner orden y terminar con la broma, pero la verdad, estaba
demasiado tentada de risa y no pude.
Graciela H. López