Los argentinos somos así. ¿O no?
(Octubre de 2002)
No pasa un día sin que escuchemos que alguno se despacha con un
comentario del estilo de "Aquí las cosas nunca se van a arreglar porque
los argentinos somos vagos, no aceptamos sacrificarnos, no somos
unidos, no nos interesa mejorar, etc., etc.".
Es posible, sobre todo si pertenecemos a la clase media, que
conozcamos a varios ejemplares que responden a este estereotipo. Hay
muchos "chantas", pero están muy lejos de ser la mayoría. Es necesario
darse cuenta que existe un machaque permanente de nuestros
enemigos, que trata de instalar estas definiciones como verdades, para
evitar que nos reconozcamos. Pero la realidad es otra:
1.- En todas partes del mundo existen corruptos y sinvergüenzas.
(Véase, por ejemplo, el caso Enron en EEUU). Pero siempre son una
minoría. Muchas veces muy poderosa, pero minoría al fin. Porque, pese a
lo que nos quieren inculcar, el ser humano no es egoísta por naturaleza.
2.- Si sabemos mirar a nuestro alrededor, encontraremos montones de
ejemplos de gente solidaria, que toma en sus manos cuestiones que el
gobierno "no puede" resolver, como la alimentación, la salud, la
educación. Obreros que hacen funcionar empresas caídas, científicos que
llevan adelante investigaciones en las peores condiciones, sin apoyo de
ningún tipo, gente que se une y lucha, que no baja los brazos.
Esos son los verdaderos argentinos, y son muchos, son mayoría.
3.- No por casualidad, el tango es nuestra carta de presentación ante el
mundo. Sobre todo en su forma bailada, es adoptado con pasión por un
número creciente de personas de todos los países. Y no se trata de un
entretenimiento de moda. La razón es más profunda: responde a la
necesidad de expresar los sentimientos con autenticidad, de estar cerca
del otro, de rechazar un mundo frío y vacío. El tango es un reflejo de
nuestra idiosincracia, que se brinda generosamente a seres con los
cuales, pese a la lejanía, a la diferencia de idiomas, nos unen emociones
comunes.
Sería bueno acostumbrarse a rechazar esas generalizaciones que buscan
hacernos creer que somos incapaces, de modo que nos entreguemos
mansamente a nuestros tutores.
Amigos lectores, los dejo pensando...
Ricardo Schoua