La gran escuela interpretativa
Coincidió la disolución de la orquesta de Cobián y la desvinculación de
Francisco De Caro del cuarteto de Rafael Rossi. Julio De Caro estuvo unos
meses sin actuar. Francisco formó en aquel invierno de 1923 un cuarteto con
Luis D'Abraccio, Esteban Rovati y José Di Clemente, para tocar en el café
Marzotto de la calle Lavalle.
En eso se produjo el encuentro casual de Francisco De Caro con el empresario
Ochoa, quien le propuso la formación de un quinteto para intervenir en las
fiestas de fin de año de las más suntuosas residencias aristocráticas de Buenos
aires, ofreciéndoles la astronómica cantidad de ochocientos pesos por baile
para la orquesta.
Ante tal perspectiva Francisco salió en busca de Julio, y juntos se dirigieron a
la Galería Güemes, donde actuaban en las confiterías del piso catorce y
entrepiso respectivamente, Pedro Maffia y Luis Petrucelli. Con cierto
descreimiento por la suma ofrecida convinieron en formar el conjunto,
requiriéndose un segundo violín cuya designación cayó en Emilio De Caro -el
tercero de los hermanos- que integraba todavía la orquesta de Rafael Rossi. Se
formó el conjunto, en el que cada uno de sus componentes, sin director,
cobrarían la friolera de 120 pesos por baile, suma que ningún músico lograba
ganar en aquellos tiempos.
El éxito del improvisado conjunto significó una interesante contribución en
favor de la difusión instrumental del tango. la corrección de la indumentaria
-smoking negro y cuello palomita- la conducta ejemplar de los músicos, y la
calidad de sus formas de ejecución, consolidaron el prestigio del tango en los
ambientes sociales distinguidos, donde existía todavía cierto recelo antes.
justificado.
Los cinco ejecutantes estaban tan consustanciados con ese estilo de ejecución
que, espontáneamente, resolvieron sacrificar una parte de sus ganancias, para
incorporar el contrabajo de Leopoldo Thompson, recientemente desvinculado
de Roberto Firpo, complementado la base rítmica del conjunto. Así nació el
luego famoso sexteto de Julio De Caro, que hasta entonces mantenía el
anonimato de su dirección.
Luis Adolfo Sierra