Los músicos empezaron
y el que hacía de bastonero,
le brindó a cada ranero
una mina y se largaron.
Los acordes resonaron
del bandoneón armonioso,
cada hembra con su mozo
salieron como pegaos,
porque el baile había empezao
con un tango perezoso.
La farra en orden seguía,
todos guardaban respeto,
pero empezó a hacer efeto
la ñaca que se servía.
Un pardo escabio que había
gritó "¡Que cante un cantor!
mi compadre es payador"
Y le dijo: "Tome usté
la guitarra y cantemé
unas décimas de amor".
"Juana Rebenque, mi mina,
a ella mesma cantelé,
y algo también digalé
a la parda Filipina".
"Déjese de esas pamplinas"
la China Rosa gritó,
y el pardo lo que junó
—que le daban poco corte—
saltó como por resorte
y el bochinche allí se armó.
Como un alud de ligero,
el Pardo un brinco pegó
y enseguida resbaló
de la cintura un talero.
Ahí nomás a un canfinflero
le acomodó un garrotazo
y a otro le dio un zurdazo
y la negrita Pacheca
gritaba: ¡Déjenla! ¡Yeta!
y le acomodó un sillazo...
Luis Alposta