Lo hacemos juntos
En el baile del tango se habla de que el hombre marca los movimientos y
la mujer sigue esa marca. Prefiero pensar que buscamos la manera de
hacerlo juntos.
La comunicación en la improvisación del baile es a través del enlace del
abrazo, en cualquiera de sus formas. Cuando se habla de “marca” no
puedo dejar de ver la mano del hombre en la espalda de la mujer
moviéndose con frenesí para indicarle hacer ochos. La sugerencia a la
mujer de un paso o secuencia es mucho más que una mano en su
espalda. Hay una intención global del torso, brazos y abrazo del hombre
para imprimir un impulso que corresponda a la respuesta femenina.
En el caso de la mujer, para mí, seguir significa estar detrás, en el
sentido literal de la expresión. Pero se insiste que debemos pisar juntos.
Entonces, ¿cómo se entiende esto? Parece una contradicción. Para que
cada integrante de la pareja pueda disfrutar del baile es recomendable
cierta preparación.
El hombre tiene el rol creativo primordial y desarrolla, entre otras cosas,
la capacidad de proponer a la mujer, en el timing adecuadamente
anticipado, la guía de cada movimiento del baile a través del abrazo,
para que realicen juntos y coordinados el movimiento global.
La mujer se entrena en la capacidad del control del cuerpo, del eje, de la
torsión y disociación corporal de la parte superior e inferior que provoca
el pívot (cambio de dirección en un pie) y movimientos derivados,
transferencia del peso de un pie a otro, capacidad de respuesta
inmediata al impulso propuesto, y un máximo estado de atención alerta,
latente, potencial, para percibir el nuevo impulso.
Como concepto intelectual no es lo mismo seguir que hacerlo juntos.
Siento que es mejor que ambos involucrados lo piensen como este
último caso. Si bien pareciera que dos que bailan tango son un único
bloque que se mueve, la pareja es la suma de la independencia de
ambos, armoniosamente coordinada.
A su vez, el varón, luego de proponer el movimiento, acompaña la
reacción de la mujer, y si es necesario realiza algún ajuste. De lo que se
deduce que hay un constante ida y vuelta en la energía de ambos que es
lo que alimenta el baile, y pide máxima atención y concentración de la
pareja.