Tango y Cultura Popular ® N° 161 | Page 36

36 Los muchachos de antes no eran metrosexuales (N. de la R.: Este artículo fue escrito para el Día de la Mujer, pero nuestra edición anterior ya había cerrado cuando lo recibimos). ¡Salú la barra! ¿Cómo fueron las vacaciones? A mí no me faltó nada: aire de familia en la casa de veraneo, asombro periodístico, días de estupendo sol (negro soy, así que en verano no queda más que reafirmarlo). Solemos compartir -si los tiempos coinciden- una casita en los pagos del Tuyú de los que se enamoró mi suegro hace muchos años. Esta temporada tuvimos como anfitriona una adolescente sobrina que estudia comunicación social, lo cual no tiene nada de extraordinario: en casi todas las familias hay algún estudiante de humanidades, aunque las estadísticas dicen que el fenómeno se está revirtiendo para el lado de la ingeniería, lo cual es bueno y necesario. Tango y Cultura Popular Volviendo a mi adolescente sobrina, compartimos libros, charlamos bastante sobre arte popular y de vez en cuando nos alcanza el tiempo (el de ella) para almorzar juntos o coincidir en caminatas playeras. Sobre tango hablamos poquito porque está en la etapa que mi viejo (como tantos otros) llamaba “el tango te espera” y su juventud la lleva a apasionarse en clichés del tipo “el lamento del cornudo”. Justamente de algo de eso trata un artículo que encontramos en un viejo libro de María Elena Walsh que publicó Sudamericana allá por 1993: Desventuras en el país-Jardín-de-Infantes, estructurado con trabajos juveniles, escritos publicados o censurados durante el proceso del ’76 y artículos sobre la entonces joven democracia. Aclaración respetuosa y disculpas por la auto referencia: un comentario parecido sobre el mismo trabajo le hice a María Elena en 1994. A ella no le gustaba que le llamasen maestra, pero para mí siempre lo fue. Revista N° 161