DESARROLLO
“EL DOLOR ES
INEVITABLE,
EL SUFRIMIENTO
ES OPCIONAL”…
¿REALMENTE ES ASÍ?
Siempre me fascinó la frase que he puesto en el
título y que muchos atribuyen a Buda. Genera un
sentido de posibilidad de elección ante un ele-
mento tan aparentemente universal como lo es el
sufrimiento humano. Pero una y otra vez chocaba
con ella cuando la “realidad” me devolvía una expe-
riencia diferente a lo bonito de la idea que encerra-
ba. Y lo cierto es que, aunque sea plausible desde un
punto de vista intelectual, se hace tremendamente
desafiante desde un punto de vista práctico. ¿Qué
es lo que hace que aparentemente seamos la úni-
ca especie que además de dolor biológico -como el
resto de los animales experimentan- añadamos el
sufrimiento como un ingrediente adicional? ¿Real-
mente es posible no experimentarlo tal y como
sugiere la evocadora frase de Buda? ¿O hace falta
ser “un Buda” para lograrlo? Desde luego no aspi-
ro a dar una respuesta a este interrogante, pero sí
a ofrecer alguna reflexión acerca de los mecanis-
mos que empleamos para generar el sufrimiento
-entendido como dolor psicológico- y ver cómo po-
demos asumir un mayor grado de responsabilidad
y participación en el proceso de experimentarlo.
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Nuestra aparente superioridad como especie,
siendo seres lingüísticos y pensantes, nos ha per-
mitido evolucionar y crear cosas en el mundo que
ningún otro ser vivo ha sido capaz de emular. Pero
es precisamente esa fortaleza que tenemos de
“crear cosas que no existen” a través de nuestro
pensamiento la que se convierte en nuestra virtud
y al mismo tiempo maldición, siendo el germen de
la mayor parte de nuestro sufrimiento.
El gran poder que encierra el lenguaje es que nos
permite relacionar infinitos elementos y significa-
dos, es decir, nos brinda la posibilidad de aprender
cosas en el mundo sin la necesidad de tener una
experiencia directa de esas cosas. Por ejemplo, si
tu mascota un día pone su pata sobre la vitrocerá-
mica caliente de tu casa, es probable que apren-
da que eso genera dolor y que hay una fuente de
peligro a evitar, pero necesita, al menos, haber
tenido la experiencia directa de ello para hacerse
una idea. Sin embargo, es fácil que nuestro hijo
pequeño no necesite tocarla nunca y pasar por
esa dolorosa experiencia para aprender que la vi-