Optimizar es una habilidad difícil, pues supone
revisar nuestras decisiones y acciones, cuestio-
nándolas; no únicamente buscando su validación
o confirmación, como hacemos la mayor parte del
tiempo.
Demasiadas veces observamos en las organizacio-
nes pensamientos maximizadores, porque “es su
razón de ser”, pero sabemos que eso, llevado a su
último extremo, puede llegar a suponer la extinción
no sólo de una organización, sino también de una
sociedad entera. No es una forma sostenible de
crecimiento. Muchas empresas han terminado des-
apareciendo por tratar de hacer más de algo; más de
un determinado producto o servicio, o más de una
determinada estrategia que en el pasado funcionó.
cosas sigan funcionando de la mejor de las formas.
En un mundo con una excesiva presencia
del pensamiento maximizador, en donde tra-
tamos de explotar todo lo posible ciertos
recursos o funciones, merece la pena empezar a
pensar más en términos optimizadores. Sin lugar
a duda, optimizar probablemente nos hará más
felices, efectivos… y sostenibles como especie.
“Tu felicidad depende de tres cosas, todas las cuales es-
tán en tu poder: tu voluntad, tus ideas sobre los eventos
en los que te involucras y el uso que haces de tus ideas.”
Epicteto
Como seres pensantes y lingüísiticos, somos
la única especie capaz de aspirar a equilibrar
y optimizar lo que hacemos. Ninguna otra
especie, por ahora, puede o sabe hacerlo.
Paradójicamente seguimos buscando crecimien-
tos indefinidos en muchos ámbitos de nuestra
vida, como si eso fuera beneficioso para nosotros.
El pensamiento maximizador es más simple,
rápido y aparentemente efectivo. El pensa-
miento optimizador es más lento, con peor
prensa y supuestamente menos práctico. Busca
pensar en términos de opuestos: cuánto de presen-
cia o ausencia de algo es útil y necesario para que las
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