vir y aceptarse mutuamente para ser productivo.
No se trata de que el sacacorchos pase a un se-
gundo plano para dejar actuar al destornillador,
sino de que ambos sinergicen junto con el resto
de “gadgets” de la navaja para formar entre todos
un aparato útil y competitivo. Y en un universo de
subjetividades, cultivo del ego y miedo a lo descono-
cido como el que constituimos los seres humanos,
desgraciadamente es más probable que el destor-
nillador y el sacacorchos se apuñalen entre ellos
antes de que celebren sus diferencias para alimen-
tar un escenario conjunto rico en posibilidades.
Si tiendo a pensar que el de al lado está equivo-
cado o directamente loco, como los romanos de
Obélix, rechazaré lo que venga de él porque lo
percibiré como una amenaza; una invasión más
o menos declarada a mi forma de hacer las co-
sas, a mi integridad, al valor que aporto o a mi
independencia, qué sé yo. Y es una reacción de-
fensiva comprensible, porque el ser humano
rechaza la incertidumbre de forma tan genética
como inexorable, y lo extraño es incierto per se.
Pero no es menos verdad que en esencia cons-
tituimos una especie social, que ha basado su
No, el de al lado no está loco; simplemente no es
como tú.
Puede que naciera así de rarito, o quizás fue edu-
cado con otros valores diferentes a los tuyos, que
modelaron su sistema de creencias de forma tan
indeleble como a ti te ocurrió. O a lo mejor se en-
cuentra en un momento de su existencia en que
las experiencias que ha vivido o está viviendo ahora
mismo le han marcado de forma inaudita e incom-
prensible para ti. Pero si tu forma de observarle es
con un enfoque único, como el que mira el mundo
con un solo ojo a través de un tubo de papel enro-
llado, te perderás todo lo que hay alrededor, todo lo
que le hace rico y podrías usar cuando sea necesario.
Dame lo que para ti es un defecto y te daré a cam-
bio una virtud. Dime que alguien de tu empresa es
demasiado callado y te mostraré a alguien discreto
y reflexivo. O señálame al que critica los cambios
que estás implantando y te presentaré al guardián
de los valores y la tradición de tu Organización. No
hay cualidades buenas ni malas, simplemente
hay comportamientos efectivos o inefectivos
en virtud del contexto y de la situación. Pero
difícilmente podrás detectar las oportunidades
que te brindan los demás si te empeñas en juzgar-
les como ajenos, como equivocados, como locos.
Así que, querido Obélix, te propongo que hagas
un pequeño cambio en tu famosa frase y ter-
mines cada aventura disfrutando de un buen
par de jabalíes asados con el resto de la aldea,
alrededor de una fantástica hoguera, excla-
mando: “Qué diferentes son estos romanos. Voy a
esforzarme en conocerlos mejor a partir de aho-
ra”. ¡Ah, y gracias por los maravillosos momentos
que me has regalado desde hace cincuenta años!
éxito en la cooperación con los demás para
llegar a adaptarse a lo hostil, ya sean climas extre-
mos, orografías imposibles o tierras estériles. De
modo que, aunque la civilización sea mucho más
lenta que la genética, parece ser que la evolución
nos ha dotado en los últimos milenios de los su-
ficientes mecanismos sociales como para superar
las barreras del rechazo a lo foráneo, y con ello
llegar a mezclarnos y expandirnos, superando
la cómoda endogamia de lo propio y conocido.
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