A LA MEMORIA DE OSIEL,
En Batero, año 2007
El balón,
en los meandros del juego,
nos apaciguaba el hambre,
hasta que llegaron hombres
que se podrían en carne viva
por tantos aguaceros
para los que no bastaba
ni sol ni fogón.
A su paso escondieron,
de los caminos,
el saludo y las naranjas
en los patios vecinos;
también nos dejaron
sin el trote risueño
de nuestro capitán.
Un día ya no fue más
ni árbitro ni crack:
su atlética figura pasó
a ser escultura de incierto museo,
patrimonio del desastre.
“Quinchía. Rafa, Ima e Hijos”
Jaiber Ladino