22 Miguel Rubio
lo que había sido mi vida , y más concretamente en lo que no había llegado a ser y ya nunca sería . Aparte de eso , vi alguna vieja película , leí un par de novelas y escuché canciones tristes que no me iban a levantar el ánimo , pero sabían exactamente cómo me sentía .
Comí en un restaurante en Cuatro Caminos , servían un menú del día por 13 euros que no estaba del todo mal . Hubiera ido al bar de Paco , pero no era mi turno . Sabía que Eva bajaba a veces a tomar café y yo nunca lo hacía hasta más tarde , precisamente para evitar encontrarme con ella , aunque nunca lo hubiese admitido . Siempre fui un maldito cobarde . Una cosa más que debería haber cambiado .
— Gracias , señor . Que tenga un buen día – soltó la camarera al ver que le había dejado algo de propina . Respondí con un gruñido .
Regresé despacio , tomándome mi tiempo . Decidí que las prisas ya no irían conmigo . Pasadas las cinco y media atravesé aquella puerta , una vez más . Paco estaba en un rincón de la barra , con su enorme cabeza calva que podría competir con la del médico , sus ojos tristes y su bigote de morsa . No había nadie más . Apenas se oía un murmullo procedente de la tele . Levantó la vista de sus papeles y mantuvo la boca abierta un momento antes de hablar . — Coño , el hijoputa , por fin aparece . Sonreí y me senté en un taburete frente a él . — Yo también me alegro de verte , tío . Se pasó la mano por la calva y preguntó : —¿ Qué pasa , cabrón ? ¿ Dónde coño te has metido ? Pensé que tenía que llamar ya a la pasma para que te fuese a buscar . — No será para tanto … —¡ Joder , me tenías preocupado ! Esta tarde mismo pensaba llamarte .