#SoyUNEVErsitario Revista #SoyUNEVErsitario Número 20 | Page 30

ante sus superiores. Debajo de aquellos uniformes de su ejército están Chuchupe, Wong (que lleva el estandarte de alférez) y todas sus pupilas. Tarde o temprano, piensa Pantaleón, su mujer y su madre se enterarán. Y más aún ahora que en los alrededores de Iquitos está el Hermano Francisco, un predicador que anatematiza a todos aquellos que considera pecadores y que ha encandilado a su madre. Ese hombre tiene ya una multitud de seguidores en toda la Amazonia. El servicio especial del capitán Pantoja se perfecciona de tal manera que dispone de un barco y de un avión para el traslado de las visitadoras a las distintas guarniciones. Su celo ha conseguido un servicio tan extraor- dinariamente eficaz que la noticia ha corrido por la ciudad de Iquitos y lo han bautizado con el nombre de “Pantilandia”. El joven ca- pitán lleva las cuentas al céntimo; el médico pasa una revisión periódica a las prostitutas para prevenir las posibles enfermedades; y él sigue tan honesto, serio y entero como siempre. Hasta que aparece la Brasileña, una prostituta recién llegada de Brasil, antigua conocida en los ambientes nocturnos de Iqui- tos, y el pobre Pantoja se siente irremediable- mente atraído hacia ella. han crucificado a seis personas; el ejército, ante estas circunstan- cias, decide enviar un destacamento para detener y encarcelar al Hermano Francisco. Uno de los generales, Collazos, propone a Pantaleón ampliar el servicio de visitadoras a los suboficiales y ofi- ciales; no le parece justo que la tropa goce de tal privilegio y los oficiales no. El buen Pantaleón se pone manos a la obra. En todas las guarniciones no se habla de otra cosa; el servicio de visitadoras es un asunto priorita- rio, y los demás quedan en un segundo plano. La desgracia, sin embargo, se cierne sobre el capitán y su organización. Cierto día, cuando las mujeres viajan en el barco que las lleva a una guarnición próxima al río, son rapta- das por un grupo de hombres que abusan de ellas. Cuando los soldados acuden a resca- tarlas, la Brasileña muere de un disparo; los secuestradores aprovechan el incidente para clavarla en un árbol y achacar así la culpabi- lidad a los seguidores del Hermano Francis- co. El capitán Pantoja organiza un entierro con honores militares para la Brasileña. Los habitantes de Iquitos y los medios de comuni- cación se escandalizan ante el despliegue mi- litar en honor de una prostituta, y las protes- tas llegan hasta los superiores de Pantaleón. Mientras tanto, los rumores sobre Pantilan- Todo el país acaba conociendo lo ocurrido. dia se van extendiendo por todo el departa- Pero, a nivel oficial, el ejército nada tiene que mento de Loreto. No existe un loretano que ver con el asunto de las visitadoras: según La cinta “Pantaleón y las visitadoras” (1999) de Francisco J. Lombardi está basada en la novela de Vargas Llosa. ignore que un tal Pantaleón Pantoja dirige el sus comunicados, jamás han sido militariza- más próspero negocio de prostitución de la re- das y jamás el ejército ha encargado a un ofi- gión, pero su mujer, que está esperando un hijo, todavía lo ignora, cial semejante servicio; se trata de un asunto civil que nada tiene aunque ya ha oído hablar de Pantilandia. Al mismo tiempo, la secta que ver con ellos. El capitán Pantaleón Pantoja se convierte en el del Hermano Francisco va captando adeptos en toda la selva. A único responsable del entierro de la Brasileña; los soldados que es- instancias suyas, en una aldea se ha crucificado a un niño y a un coltan el féretro, vestidos con sus uniformes, no hacían más que anciano para ahuyentar las lluvias, y también a instancias suyas cumplir sus órdenes. Y los superiores acusan a Pantoja de haber se crucifican animales por toda la Amazonia. cubierto de ridículo al ejército. Un famoso locutor de Iquitos, el Sinche, se erige entonces en porta- voz de la moral y del antisectarismo pseudocristiano. Al no lograr ser partícipe del negocio de Pantaleón, el Sinche lo divulga a través de un programa de radio dando nombres y apellidos: la mujer de Pantaleón conoce finalmente la verdad, y abandona al marido lle- vándose consigo a la hija de ambos. Imbuido de su deber militar, Pantaleón aguanta. Se siente sucio y herido; tiene que pasar revis- ta a las visitadoras y le da la sensación de que se han transformado en monstruos enormes que avanzan hacia él. Dejando a un lado sus principios se ha enredado con la Brasileña, y no puede vivir sin ella. Negada su existencia, el servicio de visitadoras queda clausurado, y todo el trabajo y los esfuerzos de Pantaleón desaparecen de un plumazo. Sus superiores le aconsejan que presente una dimisión honrosa, pero Pantaleón se niega en redondo: aunque su hoja de servicios se vea afectada, él es un militar y lo seguirá siendo mien- tras viva, por más que lo destinen como soldado raso al fin del mun- do. Y mientras se envía a Pantoja a un lugar perdido en los Andes, el Hermano Francisco muere crucificado a petición propia, antes de caer en manos de las Fuerzas Armadas; encuentran su cadáver casi irreconocible, días después, en estado de putrefacción. Mientras tanto, el Hermano Francisco y sus seguidores, que se cuentan a miles, siguen avanzando por la selva. En pocos meses Encargada del Departamento de Servicios Bibliotecarios Lcda. Lorena Dominguez Galindo 30 Mayo 2019