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Ramón Mariaca Méndez, en su artículo titulado “El futuro de la investigación científica en México”, menciona que es fácil iniciar el
tema afirmando que si nuestros políticos y administradores nacionales fuesen capaces de cuantificar la inmensa cantidad de divisas que
salen del país por la adquisición de productos con patente extranjera, y que México requiere cotidianamente, seria sencillo darse
cuenta de la necesidad imperiosa de apoyar el desarrollo científico nacional como generador de recursos y ahorrador de deuda
externa.Sin embargo, ese tipo de inversión no es recuperable a corto ni a mediano plazo, de ahí la dificultad para superar los
restringidos planes sexenales. Basta comparar lo que en su momento hizo el Japón de la posguerra o la India de los setenta, quienes
inundaron las universidades norteamericanas con estudiantes que, 20 o 30 años después han formado la masa crítica necesaria para
generar academias fuertes, impulsoras de la ciencia y tecnología en sus países. Para hablar del futuro de la ciencia en México, es
preciso hacer un análisis de su evolución y a partir de entonces visualizar el panorama que presenta.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
México fue dominado por la ignorancia
católico-medieval hasta la segunda mitad
del siglo XIX, cuando a raíz de la Guerra
de Reforma (1857-1861) sobrevino el
liberalismo juarista y surgieron las
primeras sociedades científicas. Durante
el Porfiriato, las condiciones en al ámbito
científico mejoraron cuando los hijos de
familias de clases altas estudiaban en
Francia y Estados Unidos, lo cual
permitió que los conocimientos de la
época llegaran a nuestro país; sin
embargo, no fue sino hasta el gobierno
de Lázaro Cárdenas cuando comenzó un
nuevo resurgimiento de la actividad
científica, al crearse varios institutos,
como la Facultad de Ciencias en la
UNAM. Fue entonces cuando la figura de
investigadores mexicanos formados en el
extranjero comenzó a rendir frutos. No
obstante, el problema central era la gran
cantidad de campos por atender contra el
reducido número de estudiantes que
egresaban de las universidades y menos
aun los que decidían dedicarse a la
investigación científica. mucho tiempo, y aún es en gran medida,
la de formar profesionistas, más que
generar conocimientos mediante la
investigación científica. El poco apoyo a
la formación de recursos humanos y la
falta de una política nacional sobre
ciencia y tecnología, dejaron únicamente
en manos de la UNAM y el IPN la
formación de científicos, que casi
siempre complementaban su preparación
en Estados Unidos y Europa, esto
favoreció la aparición de institutos como
el CINVESTAV, IMP, ININ, etc.
En esta época la UNAM adquirió su
autonomía e inició sus actividades el
Instituto Politécnico Nacional; además,
se crearon diversas universidades
estatales, aunque su función fue durante Bajo estas condiciones en poco tiempo se
multiplicó el número de estudiantes
dedicados a la ciencia, y en 1971 el
gobierno federal fundo el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología
(CONACYT) para administrar e impulsar
la actividad científica. Pero, como
siempre, hubo un problema, esta
institución y su obsesión por aplicaciones
inmediatas y por definir áreas de
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Enero 2019
investigación prioritarias, comenzó
divorciarse de la comunidad científica y
ésta del contexto nacional.
Nuestro país ha sufrido varias crisis
económicas sexenales, que han tenido
graves consecuencias en la caída de los
salarios a nivel nacional y en la falta de
recursos para financiar investigaciones.
Como respuesta el estado creó el sistema
nacional de investigadores (SNI) cuyo
acierto fue frenar la caída de los
indicadores y hacerlos crecer lentamente;
no obstante, analizando los artículos
publicados y lo que se distingue en
nuestro país, cabe destacar un “pero”: es
verdad que el SNI ayudo a frenar los
indicadores, sin embargo únicamente
beneficio y sigue beneficiando a los
gremios en su profesionalización, y se ha
olvidado de quienes inician su periodo
de formación, ignorando que muchos de
los aspirantes a científicos o sus familias,
no cuentan con los recursos económicos
necesarios para formarse.
Entre las funciones instrumentales y no
instrumentales que se pueden atribuir al
Desarrollo Científico Nacional están los
criterios introducidos por dicha
institución y se manifiestan en las
evaluaciones, las cuales han obligado a
publicar trabajos básicamente en revistas
internacionales, sin que existan los
mecanismos para que los conocimientos
puedan ser aplicados en nuestro país.