Solus Ipse
Esto ya se está poniendo muy raro.
¿O debería aprovechar que se está poniendo muy raro?
¿Raro?
Apago la cámara.
La noche se ha arruinado.
El timbre de mi casa suena. Son los personajes. Les digo que se vayan, que la puesta en
escena textual se ha cancelado. ¿Qué! ¡Por qué? Es que me invadí a mí mismo. No podemos
hacer esto si hay dos cuerpos míos en la habitación. Se miran entre ellos. Se van sin decir
más. Creo que se han fastidiado. Deben creer que estoy muy drogado.
Regreso con mi segundo cuerpo. Me siento.
-¿De qué hay que hablar?
-De nada. Tú ya sabes lo que diré, lo que dirás, lo que dirías, lo que diría. Además,
creo que escucho tus pensamientos y tú los míos. Es más que evidente, ¿no?
-Sí, pendejo. Es más que evidente.
-Bueno, es que quién sabe. Qué tal y no.
-Supongo.
-Supongo.
Esto está muy raro.
Debería parar todo y escribir otra cosa.
Cierro la computadora. Me pongo de pie. Miro la ventana. Creo que este texto se
sigue escribiendo aunque mi laptop está cerrada. Debo comprobarlo. Abro la computadora
y se enciende relámpago instantáneo: y sí, en efecto sigo ahí muerto de miedo ante mi
segundo cuerpo. Ahí sigo yo hiperlúcido ante lo que aparentemente es un reflejo de mi
unidad mental, de mi individualidad. Un reflejo idéntico. Un segundo cuerpo que, en
teoría, puedo controlar pero en realidad quizás no. ¿Qué tanto es mi segundo cuerpo?
¿Seré yo de otro plano, simplemente repetido, que ha invadido este plano, este texto?
Qué basura.
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